Si, pues,
coméis o bebéis, o hacéis otra cosa, hacedlo todo para la gloria de Dios. – 1ª
Corintios 10:31.
Te
alabarán, oh Señor, todos los reyes de la tierra, porque han oído los dichos de
tu boca. Y cantarán… porque la gloria del Señor es grande. – Salmo 138:4-6.
Esta
dedicatoria se ha encontrado en numerosas partituras de Juan Sebastián Bach
(1685-1750), cuya música aún hoy nos conmueve. Comprendemos que una obra genial
sea hecha para la gloria de Dios. Pero, ¿somos conscientes de que cada acción
del creyente puede ser hecha para la gloria de Dios, hasta lo más corriente
como comer y beber? Y el Señor no olvida nada de lo que ha sido hecho para él,
ni siquiera un vaso de agua fresca dado en su nombre (Mateo 10:42).
Amigos
creyentes, Dios desea que su gloria sea alabada cuando se revela a través de
innumerables acciones de poder, de bondad y de gracia en favor de sus hijos.
También desea que su gloria sea puesta en evidencia en la vida de los que
tratan de agradarle, como respuesta a su amor. Dios se complace en revelar su
bondad a los que la reciben y nosotros encontramos nuestra felicidad
contemplando su grandeza y su amor revelados en su Palabra.
Buscar la
aprobación del Señor, buscar lo que espera de nosotros, dar testimonio de su
gracia a nuestro alrededor, es actuar para la gloria de Dios. Entonces el
trabajo más rutinario toma un nuevo valor. Fuimos creados por el Dios de amor
con vistas a esta comunión con él. Confiados en el amor de Dios podemos actuar
para su gloria. Ahí está la felicidad y la razón de ser del creyente.
(Amen,
Amen)
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