En 1958 mi
corazón se dolió cuando leí la noticia de siete muchachos adolescentes a los
cuales se los estaba enjuiciando por haber asesinado a un muchacho paralítico.
El Espíritu Santo me conmovió fuertemente y me sentí dirigido a ir a la Corte
de Justicia de la ciudad de Nueva York donde los estaban enjuiciando, y entré
en la sala de audiencia convencido de que el Espíritu me había enviado para
tratar de hablar con esos jóvenes.
Cuando la
sesión llegó a su final al terminar el día, una realidad se me fue haciendo
aparente. Yo pensé, “Esos jóvenes van a ser sacados por esa puerta encadenados
y nunca más los volveré a ver.” Así que me levanté de mi asiento y me dirigí
hacia donde estaba el juez, para pedir permiso de poder hablar con los jóvenes
antes de que se los lleven a sus celdas.
En un
instante, fui sujetado por policías y llevado fuera de la sala bruscamente. Los
reporteros que cubrían el juicio, al ver esto empezaron a sacarme fotos y a
acosarme con preguntas. Todo lo que yo pude hacer fue quedarme parado sin
palabras, completamente sorprendido en medio de una situación embarazosa y
humillante. Yo pensé, “¿Qué pensará mi iglesia allá en mi pueblo? La gente va a
creer que estoy loco. He sido tan ingenuo”.
En medio de
todo este caos, yo oré dentro de mí, “Señor, yo creí que me habías dicho que yo
venga acá. ¿Qué salió mal?” Por supuesto que no podía orar en voz alta por que
los reporteros hubieran pensado que yo estaba más loco de lo que aparentaba.
(¡Y yo ya lucía bastante ridículo porque estaba usando una corbata pajarita!).
Dios
escuchó el clamor de este pobre hombre aquel día, y El ha honrado mi clamor
silencioso desde aquél día. Vea usted, debido a esa lamentable escena en ese
juicio, nació el ministerio Teen Challenge (Desafío Adolescente), con un
alcance que hoy día alcanza alrededor del mundo. Y yo gozosamente comparto el humilde
testimonio de David en el Salmo 34: “En Jehová se gloriará mi alma; lo oirán
los mansos y se alegrarán” (Salmo 34:2).
En esencia,
David estaba diciendo, “Tengo algo que decirles a todas las personas humildes
de Dios sobre la tierra, aquellos que viven hoy y aquellos de los siglos
venideros. Mientras exista el mundo, el Señor rescatará a cualquiera que clame
a El y confía en él. En su increíble misericordia y amor, él me libra, aún
cuando yo haya cometido una tontería.”
Todo lo que
usted necesita saber es que nuestro bendito Señor escucha cada clamor sincero,
ya sea en voz alta o sin hablar, y él responde. Aún s usted ha actuado
tontamente o ha tenido una decaída de fe, usted sólo necesita volver a clamar a
su Liberador. El es fiel para escuchar nuestro clamor y actuar.
(David
Wilkerson, fallecido)
No hay comentarios.:
Publicar un comentario
Nota: sólo los miembros de este blog pueden publicar comentarios.