No siempre
los hijos y las hijas seleccionan amigos que satisfacen las preferencias y los
deseos de sus padres. En algunas
ocasiones pueden establecer, incluso, relaciones de amistad con vecinos y
compañeros, a partir de identificaciones
y coincidencias muy transitorias.
Sin
embargo, en la adolescencia se incrementan las posibilidades de que los hijos
se acerquen a compañeros o amigos muy diferentes a ellos mismos en cuanto a
intereses y actitudes, lo cual provoca que los padres establezcan criterios
divergentes en relación a estas amistades, que los pueden confrontar
directamente con sus hijos.
La frase
“no me gustan los amigos que tienen mis hijos” se escucha con mucha
frecuencia y, a partir de esta posición,
se inician confrontaciones que llevan muchas veces a distanciar la relación
entre padres e hijos.
El problema
mayor se presenta cuando los padres y madres esperan que su opinión acerca de
los amigos de sus hijos, sea la que debe prevalecer, ya que, generalmente, los
hijos, a partir de sus propios criterios, no están dispuestos a dejar dichas
amistades.
Estas dos posturas pueden generar mucho
malestar en el seno de la familia, porque ambas parten de lo que, a su
juicio, consideran debe privar en cuanto
a la escogencia de los amigos.
Un primer
aspecto que se debe considerar radica en que, si bien es cierto los padres y
las madres deben dar a conocer a sus hijos sus posiciones en relación con sus
amigos, no se considera conveniente que traten de imponer su criterio,
argumentando que no les gusta esas amistades.
Lo más conveniente es expresar su opinión procurando convencer y no
imponer, aunque los hijos suelen ser poco objetivos en relación con sus propios
amigos. En este sentido, los padres
estarán en mejor posición cuando han desarrollado durante mucho tiempo una
relación cercana y saludable con sus hijos, ya que así éstos estarán más
anuentes a escuchar y seguir las recomendaciones de sus padres.
El segundo
aspecto a tomar en cuenta es que los padres y las madres deben realizar un
esfuerzo por conocer más de cerca a los amigos de sus hijos, antes de asumir un
criterio. Los padres deben ver más allá
de las apariencias y el lenguaje que a veces utilizan. El acercarse a los amigos de los hijos
permite conocer de qué hogares provienen, cuáles son sus intereses y en qué
ocupan su tiempo. De esta manera se
puede establecer con ellos vínculos suficientes que les permitan a los padres
acompañar a sus hijos en esa relación de
amistad.
Finalmente,
el tercer aspecto a considerar es que
los padres deben tener claro que no siempre les van a gustar todos los amigos
de sus hijos. Lo importante es conocer las razones por las que sus hijos
hicieron esa escogencia y que, a su vez, los padres les comenten sus puntos de
vista acerca de esas relaciones. Al fin y al cabo la tarea de los padres es
enseñar a los hijos a tomar decisiones
correctas en todos los aspectos importantes de la vida, incluyendo las
amistades. Cuando los hijos están
pequeños es más probable influenciar la selección de sus amigos, pero cuando
los hijos son adolescentes, esa influencia debe ser establecida en un marco de
tolerancia y respeto.
Obviamente,
cuando existan razones suficientes que lleven a los padres a concluir que un
amigo o amiga pueda significar un riesgo para el bienestar de su hijo o hija,
es recomendable una actitud determinante y firme, seguida de una argumentación
razonada de los motivos por los cuales consideran peligrosa dicha amistad. De esta manera, aunque al principio los hijos
pueden no entender la posición de sus padres, con el tiempo, entenderán que sus
padres actuaron correctamente.
Fuentes: Enfoque a la Familia
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