Ya no lo podemos evitar y no hay razón para hacerlo:
vivimos en la era de la tecnología donde los mensajes de texto, Internet
y todos sus derivados —como Facebook, Twitter y conexos—, han cambiado indiscutiblemente nuestra forma de comunicarnos, pero también de cortejarnos. Ahora con solo echarle un vistazo al blog, muro o timeline
de una persona, podemos saber qué le gusta, cómo piensa y hasta
enamorarnos de ella. En la actualidad los compromisos se definen por el
estatus en el perfil de un individuo. En pocas palabras, vivimos el amor
en los tiempos de las redes sociales.
—Deja me sirvo un trago y lo leo, ¿va? —negocié con ella.
—Ok —respondió—, aquí te espero.
Me acerqué a la mesita donde reposaban las botellas y me serví un whisky. Mi amiga me miraba impaciente desde el sillón. De regreso, tan pronto me senté, ya tenía el teléfono de Laura en la cara. No había escapatoria, miré la pantalla que leía:
"Hola, ¿eres un chocolatito?"
—¿Qué es esto? —pregunté alarmado—. ¿Quién te mandó esto?
—Un chavo que me ligué el otro día —respondió Laura—. ¿Qué le respondo?
—Dile que no te vuelva a hablar —contesté.
Para este momento toda la atención de los que estaban en la reunión se volcó hacia el mensaje de Laura.
—¿Quién te escribió?— preguntó alguien.
—¿Está guapo?— se cuestionó otra.
—Es de su nuevo novio —afirmó una amiga más.
Laura se dio a la tarea de explicarnos la situación con detalle. Nos contó que había ido con un grupo de amigas a un bar donde ponen exclusivamente heavy-metal, su género musical preferido. En medio de canciones de Iron Maiden y Metallica un chavo se les acercó. Era un tipo de unos treinta años con una cerveza en la mano. Ignoró a las amigas y fijó su atención en Laura, quien encontró toda la situación muy divertida. Se pusieron a platicar y, en algún momento de la noche, él le susurró al oído: "Hueles a chocolate".
—¡Qué línea tan mala! —interrumpí. Todos en la reunión estuvieron de acuerdo.
Laura terminó de contar y mencionó que cuando se hizo tarde, intercambió cuentas de Facebook con él antes de irse, como ya es costumbre en estos tiempos en los que los números de teléfono resultan obsoletos.
—Por eso me escribió esto —explicó Laura mirando a su teléfono.
—¿Cómo se llama? —preguntó un amigo.
—Eso no importa —respondió ella.
—Llamémosle "el Chocolatito" —sugirió alguien más, provocando la risa de todos.
—Entonces, ¿qué le contesto? —dijo Laura impaciente.
Como quien enciende la mecha de un cohete, estalló un debate sobre lo que Laura debía responder. Se escucharon todo tipo de recomendaciones como: "Invítalo a salir", "Hazte la difícil", "Dile que venga" y hasta uno que otro "Mejor no le contestes".
—Al final de cuentas es un ligue de antro —dije tratando de ayudar a mi amiga—. Creo que tienes que responder a eso de si "eres un chocolatito" y subirle el volumen al tono. Ponle algo como, "Sí. Me derrito en tu boca no en tus manos".
—¡Me gusta! —exclamó Laura e inmediatamente se puso a escribir en su celular.
Los demás no estuvieron de acuerdo con la frase, pero a Laura no le importó. Ella tenía ganas de una aventura y sabía que debía ser más arriesgada para obtenerla. El contacto a través de los medios digitales nos permiten justamente eso, la oportunidad de ser todo eso que queremos y de desarrollar otras personalidades. El problema es que es un lugar tan seguro, tan cómodo y lejano, que a muchos les cuesta trabajo salir de allí.
—¡Ya me contestó! —gritó Laura en un momento más avanzado de la noche.
—¿Qué te puso? —le preguntó otra amiga.
—"Mmmm... Qué rico" —leyó.
—¿Nada más? —pregunté.
—Sí —respondió.
El siguiente lunes recibí una llamada de Laura en mi oficina. Una llamada que, sin saberlo, se convertiría en la primera de muchas. Estaba muy confundida por la actitud de su ligue.
—¿Qué ha pasado con eso, con el Chocolatito? —le pregunté, mientras me sonreía al recordar el absurdo apodo.
—Nada, no lo entiendo, todos los días me escribe algo en mi muro, me pasa links con canciones, pero no me invita a salir.
Por Anjo Nava | Crónicas del mejor amigo
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