“OS DARÉ
PASTORES SEGÚN MI CORAZÓN…” (Jeremías 3:15)
Datos
estadísticos revelan que el 50 por ciento de los que entran en el ministerio
cristiano, lo dejan en un espacio de diez años por causa del desánimo.
Asegúrate que no suceda lo mismo con tu pastor. Imaginemos la escena: Los
soldados de Josué están en el valle peleando contra los amalecitas. Arriba en
el monte se encuentra Moisés con los brazos elevados hacia el cielo. Mientras
permanece en esta posición, van ganando la batalla.
Pero si
alguna vez has intentado tener los brazos levantados durante mucho tiempo,
sabrás lo difícil que es y lo pronto que los tienes que bajar. En el momento en
que Moisés los bajaba, la batalla arreciaba contra Israel. Entonces Aarón y Hur
sostuvieron los brazos de Moisés para que Israel prevaleciera. La victoria de ese
día no se debió sólo a las dotes guerreras de Josué, sino también a que Moisés
logró tener los brazos levantados. Aarón y Hur ayudaron a que el líder no
desmayara, y con ello salvaron a toda una nación.
Dios dijo:
“Os daré pastores según mi corazón, que os apacienten con conocimiento y con
inteligencia” (Isaías 3:15). Si Dios te ha dado un pastor que te ama, te
alimenta y te dirige, apóyalo. ¡Levanta sus brazos! En el Tabernáculo del
Antiguo Testamento, los candeleros tenían que estar encendidos día y noche,
porque su luz simbolizaba la presencia de Dios en medio de su pueblo. Si la luz
empezaba a parpadear, los sirvientes encargados de ese menester acudían de
inmediato a poner más aceite para que volvieran a alumbrar con fuerza. ¿Captas
la analogía? A ti te corresponde contribuir para que la luz de tu iglesia no
parpadee, ni se apague el fuego del púlpito. Para ello, ora por tu pastor a
diario y anímalo cuando se presente la oportunidad.
Fuentes:
Devocionales Cristianos
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