Por Luza
Alvarado | Pasionaria – Situación cotidiana: Sandra tiene una entrevista de
trabajo. Le llama a su amiga Carla para que le preste sus zapatos nuevos. Carla
no puede prestárselos porque ese día tiene una reunión importante y los va a
usar. Sandra responde: "Qué lástima, voy a tener que ir con mis zapatos
feos a la entrevista. Espero que cuando lo necesites, yo sí pueda prestarte
algo lindo". En otro tiempo, Carla se hubiera sentido culpable y habría
cedido a la manipulación de Sandra, pero después de superar a un marido
manipulador, tenía claro cómo funcionaba el asunto. Carla respondió con
tranquilidad: "Espero que sí, mucha suerte en tu entrevista".
Las
experiencias y la edad nos enseñan que el chantaje emocional está en todas
partes, su uso es tan generalizado que hasta parece "normal". Uno lo
utiliza incluso sin darse cuenta, porque así nos educaron. En un ejercicio de
poder, recurrimos a la culpa o a la amenaza para obtener algo a cambio. Tan no
nos damos cuenta que llegamos a construir relaciones basadas en la
manipulación.
La
psicóloga Susan Forward, autora de varios libros sobre manipulación y
misoginia, explica que "el chantaje emocional es una forma muy poderosa de
manipulación en la que uno se ve amenazado, directa o indirectamente, y teme
ser castigado si no hace lo que el otro quiere". Forward señala que un
manipulador tiene la habilidad de envolvernos en una especie de neblina que nos
impide ver el mecanismo de poder, pero que esa neblina puede disolverse si tomamos
consciencia.
Cómo reconocerlos
Según
Forward, existen cuatro tipos de manipulador: el que amenaza y castiga:
"si no haces esto, me marcho", el que se flagela: "si no haces
lo otro, me suicido", el que victimiza: "si no haces esto, es porque
eres ingrato", y el que promete: "si haces lo que te digo, te daré un
regalo".
El
manipulador que amenaza siembra en el espíritu de su víctima el miedo, el temor
al abandono, al rechazo, al dolor. El que se flagela, apela directamente a la
culpa, responsabiliza al otro de lo que pueda ocurrirle. El que victimiza,
juega con la imagen ideal del otro, toma un solo acto para juzgarlo por entero
y lo reduce a una apreciación negativa. Y el que promete, juega con el
principio de reciprocidad.
El que
promete es quizás el más común de todos. Funciona así: A le da algo a B
(reconocimiento, bienestar material, legitimación, incluso amor). Pasado un
tiempo, A utiliza esa acción a su favor y hace sentir a B que está en deuda:
"como yo te di esto, tengo el derecho de exigir algo a cambio". El
problema de fondo no es la reciprocidad, sino la forma de pago. Cuando hay
chantaje, A no está dispuesto a recibir lo que B quiera darle, A desea una
acción o un objeto en específico, algo que generalmente B no desea hacer.
En general,
el manipulador rara vez expresa claramente su deseo (la neblina de la que habla
Forward), y ante la confusión, uno se siente impotente, trata de avanzar pero
no hace más que tropezar. El manipulador pareciera decir: "no pido nada,
puedo arreglármelas solo, aunque espero que los demás adivinen cuando necesito
ayuda. Pero como no lo hacen, son egoístas, injustos, ingratos".
Es difícil
reaccionar ante un manipulador porque usa creencias familiares o sociales para
hacer sentir al otro que está en falta, que tiene una culpa, que lo que hace no
es suficiente. Por ejemplo, la idea de que los hijos siempre están en deuda con
sus padres porque ellos le dieron la vida y se sacrificaron por ellos. También
lo vemos en refranes como "los amigos se conocen en la desgracia".
Pero si uno quiere ser realmente libre, salir del círculo vicioso de la culpa o
el miedo, debe aprender a identificar cómo funciona el chantaje para hacerle
frente.
Desactivar el mecanismo
Uno no se
da cuenta de los juegos de manipulación porque todo el tiempo están ahí, en la
televisión, en la publicidad, en el trabajo, en la casa. Sin embargo, de
acuerdo con un artículo publicado en la revista psychologies.com, uno puede
desactivar el mecanismo:
1) Examen
de conciencia. Hay que cuestionar la imagen que el otro pretende asignarnos.
Pregúntate: ¿en realidad soy egoísta, ingrato, insuficiente, poco valioso?
Seguramente hay situaciones en las que has dado mucho, en las que has invertido
tiempo y afecto, pero quizás el otro esperaba otra cosa. Eso no te pone
necesariamente en falta. Por ejemplo, en el caso de la pareja: ¿realmente soy
el origen de su infelicidad o es algo que mi pareja proyecta en otras áreas de
su vida? Usualmente, el manipulador borra los límites para poder colocar sus
necesidades por encima de los demás y en cualquier ámbito. La pregunta es:
¿cómo responder a su necesidad sin vulnerarme a mí mismo? Establece tus
límites, evalúa qué estas dispuesto a hacer, qué parte de tu proyecto de vida
no es negociable. Y toma una decisión.
2) Una vez
que has establecido tus límites, viene la hora de la verdad. ¿Cómo afrontar la
manipulación? Hay dos formas:
a.
Contramanipulación: lo primero que hay que hacer es dejar de justificarse,
porque eso nos vulnera más, nos coloca en el lugar del que tiene que rendir
cuentas al patrón. La psicóloga Isabelle Nazare-Aga recomienda simular
indiferencia, incluso si uno se siente realmente cuestionado al interior.
Enseguida hay que devolver el reproche haciéndole ver al manipulador que su
queja viene de sus propias creencias. Se pueden usar frases como: "yo
tengo la conciencia tranquila", "no todo el mundo piensa como
tú", "esa es tu opinión", "no pienso lo mismo",
"cada quien sus gustos", "sí, esta es mi manera de hacer las
cosas". El objetivo es protegerse, desarmar el ataque, no reaccionar a las
provocaciones del manipulador.
b.
Confrontación: se trata de mostrarle al manipulador que él es el único
responsable de sí mismo. Todo reproche es una demanda indirecta, por eso hay
que pedirle al otro que exprese su necesidad de manera frontal. Por ejemplo, en
vez de que ella diga: "te vas a jugar futbol y me dejas aquí sola, con los
niños", puede optar por asumir su
emoción: "cuando te diviertes sin mí, me siento abandonada". De ésta
manera queda establecido un límite, y él puede tomar su parte en el conflicto:
¿es posible integrar mi pasión a mi relación de pareja, debo renunciar a
algo? Y es que la realización de la
pareja pasa por el bien común. Eso nos lleva necesariamente al terreno de las
negociaciones. Pero cuando se manipula al otro, lo que ocurre es que se evade
la negociación, probablemente porque no se tienen muy claros los límites o tal
vez por el temor a mostrarse vulnerable.
El artículo
de psychologies cierra con esta interesante reflexión: "Rechazar la
manipulación es aceptar que se nos mire como "mala hija" o
"esposo egoísta". Liberarse de la manipulación implica renunciar a
esa imagen ideal que hemos construido para agradar a los demás. Pero sólo
entonces podremos asumir nuestro propio valor. Es un trabajo de conciencia, uno
se vuelve menos "amable" ante los ojos del manipulador, pero se
libera de esa mirada controladora a cambio de la libertad de ser uno
mismo".
¿Y tú, cómo
haces para lidiar con la manipulación?
No hay comentarios.:
Publicar un comentario
Nota: sólo los miembros de este blog pueden publicar comentarios.