Juan 15, 9-17 | El señor
hacendado encargó a un ingeniero que le fabricara una casa en su campo. Le
entregó los planos, le dio un avance y se fue a la ciudad.
Una semana
más tarde volvió, interesado en ver cómo iba la construcción, y lo que encontró
fue que el ingeniero había gastado todo el dinero del avance en llenar el solar
de hoyos y zanjas.
Alarmado,
pidió explicaciones: “Mire, señor –le respondió el ingeniero respetuosamente–
estas zanjas que usted ve son para construir la zapata de la casa. Ahora las
vamos a rellenar de concreto armado, de modo que su casa tenga un buen
fundamento. Es como construir sobre roca firme, para que sea fuerte y segura”.
El
hacendado recordó que el Señor había dicho que una casa construida sobre la
roca resistiría temblores y ciclones, y quedó totalmente conforme.
Con la vida
espiritual sucede lo mismo: tiene que tener una persona buena zapata. Y en este
caso el buen fundamento es el “concreto armado” de la humildad.
Esa virtud
no la supo enseñar Platón, ni Sócrates, ni Aristóteles.
Con toda su
sabiduría, estaban tan lejos de ser humildes, que pretendían ser aplaudidos y
estimados por todos.
En cambio,
el Maestro Jesús dijo: “Aprendan de mí, que soy sencillo y humilde de corazón,
y encontraran paz en su interior”. (Mt 11,29) No dijo “Aprendan de mí a
fabricar cielos y tierra, a hacer milagros y maravillas, a resucitar muertos y
curar enfermos”, sino a ser sencillos y humildes.
Es que
mejor es el humilde que se deja conducir por Dios que el que hace milagros,
porque la soberbia anda tras las buenas obras para destruirlas.
¿No ha
comprobado usted esto en múltiples ocasiones...? Necesitamos cariño, pero sólo
el humilde lo acepta con sencillez y agradecimiento.
San Agustín afirmó:
“Jesucristo
fue de todas las virtudes maestro pero especialmente de la humildad” y su
humildad le permitió dejarse amar hasta el fondo por Dios, su Padre, su Abba.
LA PREGUNTA DE HOY
¿Qué es la
humildad? “La humildad es la verdad”, dijo Sta. Teresa. Es decir que no es que
usted se menosprecie y se considere inferior a los demás, porque eso seria
mentira. La verdad es actuar siempre sin fingimiento, en ver las cosas como
son. En agradecer con alegría las cualidades que Dios ha querido darme, y
reconocer mis imperfecciones sin echarle la culpa a nadie por ellas.
El Padre me
ama. Esta idea da sentido a toda la vida del Señor Jesús. Y hoy nos declara su
amor por usted y por mi al decir: “Ccomo el Padre me ama, así te amo yo”.
Y más
adelante dice: “Les he dicho esto para que compartan mi alegría, y así, su
alegría sea total”.
¿Qué da
sentido a su vida? ¿Sus logros, sus méritos, sus reconocimientos...? Eso creía
yo también.
¡No había
entendido nada! El punto de apoyo de mi existencia no está en mí, está en su
amor gratuito por mí.
¡Esta sí es
una buena zapata!
Luis García Dubus
Fuentes: Listin Diario
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