Como he
dicho en ocasiones anteriores cuando hago alusión a alguna figura pública que
cae en desgracia y toca fondo, esta vez tampoco me toca juzgar a mí si las
palabras del otrora centro del Equipo Nacional de baloncesto, Piculín Ortiz es
sincero.
No tengo
por qué dudarlo, porque muchas veces cuando el ser humano cae en desgracia, es
cuando único despierta del engaño y el error en que vivía. El dinero, el lujo,
la fama, el poder llenan de prepotencia y orgullo a las vidas y piensan que
nunca caerán. Hasta que caen.
No sé si ha
sido sincero, pero espero que sí por su bien. Hay quienes juzgan y condenan a
personas como Ortiz cuando expresan
arrepentimiento, piden excusas o hacen cualquier declaración pública mostrando
deseo de cambiar.
Es cierto
que muchas veces ese supuesto arrepentimiento llega porque en realidad la
persona fue atrapada en su delito y no porque tenga deseos de enmendar su vida.
Pero también es cierto que esos cantazos ayudan a algunos a comenzar a
enderezar su vida de una vez por todas.
Sé que
siempre hay quien critica y dice que algunos se escudan en Dios y en la Biblia
para que no les hagan pagar por sus culpas y crímenes. Y cierto que algunos
recurren a un teatro y aseguran que su fe los librará. Pobre del que piensa que
engaña a Dios, y que diciendo a los cuatro vientos que ahora cree en Él, eso
será suficiente para librarse de pagar las consecuencias.
Los errores,
las malas decisiones, las faltas y los delitos tienen consecuencias que hay que
pagar, independientemente de que nos arrepintamos y aceptemos de que
necesitamos a Dios para encaminarnos de nuevo por el bien. En el caso del
exjugador, tendrá que cumplir con la pena que le impuso la justicia, que no es
menos cierto que fue bastante liviana.
¿Aprovechará
Piculín esa oportunidad de oro? Sé que al igual que yo muchos tienen esperanza
de que sí. Pero más que demostrárnoslo a nosotros, tiene que mostrárselo a sí
mismo, como muy bien dijo en entrevista realizada por la compañera reportera
Sara Del Valle en las páginas deportivas de El Nuevo Día, titulada Vengo a ser
una nueva persona.
Creo que
ese puede ser un comienzo de un genuino interés por el cambio; cuando la
persona acepta que tiene que trabajar con su interior, cuando confiesa que
tiene problemas y que necesita ayuda. Eso no lo hace más débil, porque en la
ayuda recibirá las herramientas que necesita para salir fuerte del proceso.
Aunque
otros te juzguen, Dios te da derecho al perdón; a empezar de nuevo. Otros te
recriminan, pero Dios no. Dios te asiste en tu nuevo comienzo. Incluso si
tropiezas y caes, pero estás dispuesto a seguir dependiendo de Él, seguirá
estando a tu lado para socorrerte.
Por eso
insisto en lo que dice el pasaje de Hebreos 4:15-16 donde se nos invita a
acercarnos a Dios para encontrar la misericordia y el perdón de Él; pero
también para recibir su gracia, que se traduce en la ayuda para cuando somos
débiles y necesitamos que Dios nos fortalezca.
Piculín
parece que ya ha reconocido que el proceso es duro y fuerte. Que bueno por él
que no espera que esto sea pan comido. Que bueno, aunque suene cruel, que no le
quedó más remedio que enfrentar ese proceso, porque hay otros que no quieren
encarar sus problemas y situaciones personales porque saben que el proceso le
traerá dolor.
Pero ¿qué
es peor? Seguir con ese cáncer que acaba poco a poco con la vida del ser humano?
Utilizo aquí como ilustración el procedimiento médico que se realiza a los
pacientes que sufren graves quemaduras en su piel. Aunque es un proceso
doloroso, la piel quemada debe ser raspada y removida para propiciar la
sanación del paciente y el surgimiento de una piel renovada y saludable.
Duele, pero
al final será una piel nueva. En los procesos emocionales, sicológicos y
espirituales no deja de ser menos cierto. Dolerá enfrentar los miedos propios,
el dolor de las heridas del pasado, la frustración por los fracasos continuos,
la debilidad y tantas otras cosas. Pero huir de todo eso solo provocará que nos
siga persiguiendo y no que resolvamos el problema. Enfrentarlos, nos hará
libre, sobre todo cuando acudimos a Dios para que sea nuestra columna y soporte;
y para que derrame su gracia a manera de fuerzas nuevas, cuando nos sentimos
débiles, en autocontrol, cuando nos
sentimos desesperados, o en dominio
propio cuando somos débiles ante la tentación.
Dios está
ahí para socorrerte cuando lo haces parte de tu proceso y cuando reconoces que
solo, en tus propias fuerzas, no lo lograrás.
Repito que
Dios te da derecho al perdón y a empezar de nuevo (Hechos 9:21-23). La Biblia
nos muestra que todos somos pecadores y que aquel que diga que no ha pecado es
un mentiroso. Me pregunto por qué hay gente presta para acusar a los demás,
para juzgarlos aun cuando est;én dispuestos a cambiar y enmendar sus vidas.
¿Por qué
rápido ponen en duda sus buenas intenciones, sobre todo si esas intenciones
incluyen creerle a Dios y seguirlo? No sé si este sea el caso de Ortiz. Pero
cuando hay alguien que opta por abrazarse a Dios para que lo ayude, no faltará
quien ponga en duda su intención. Algunos juzgarán diciendo que dicha persona
no hay quien la cambie. Otros dirán que, después de hacer y deshacer, es muy
fácil venir con la excusa del arrepentimiento.
Que una
persona venga arrepentido a los caminos de Dios no es un gran descubrimiento
que acabas de hacer. Así que cuál es la razón para alarmarse, si Dios envió a
su Hijo precisamente para que supiéramos que no vino a condenarnos, sino a
salvarnos. Para que sepamos que su voluntad es que nadie se pierda, sino que
todos procedan a arrepentimiento.
No pierdas
tiempo en criticar al que se arrepiente; tal vez tienes razones de sobra para
acercarte también a Dios y reencarrilar tu vida. Y Dios no va a recriminarte
como quizás haz hecho tú contigo mismo o con otros, en el pasado.
A Dios no
le preocupa tu pasado. (Hechos 9:21-23) Después de todo, ya Él lo conocía. A
Dios lo que le interesa es tu presente y futuro. Le interesa que aceptes su
dirección y que lo obedezcas, porque así te irá bien, que es su mayor deseo.
Blog Buenas Nuevas
Por Antolín Maldonado
Fuente: El Nuevo Día
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