Leer ISAÍAS
45.5-10 | Al pasar por tiempos de aflicción nos preguntamos por qué permite
Dios que situaciones dolorosas vengan a nuestra vida. Eso no parece coincidir
con su papel de Padre amoroso; y nos resulta difícil conciliar nuestro
sufrimiento con su amor y su poder para evitarlas. Para entender lo que sucede,
necesitamos considerar el posible origen de nuestra aflicción.
Un mundo
caído: Cuando el pecado se introdujo en el mundo, el sufrimiento vino con él.
Dios pudo habernos protegido de sus efectos dañinos convirtiéndonos en títeres
incapaces de elegir el pecado, pero eso significaría también que seríamos
incapaces de elegir amarlo.
Nuestras
decisiones: A veces, nos metemos en problemas al tomar malas decisiones. Si el
Señor interviniera y nos salvara de cada consecuencia negativa, nunca nos
convertiríamos en creyentes maduros.
Los ataques
de Satanás: El diablo es nuestro enemigo y por tanto pone trabas a cualquier
cosa que el Señor quiera hacer en y por medio de los creyentes. Su propósito es
destruir nuestra vida y nuestro testimonio, debilitándonos y haciéndonos
inútiles para los propósitos de Dios.
La
soberanía de Dios: En última instancia, el Señor tiene el control de toda
aflicción. Negar su actividad contradice su poder y su soberanía sobre la
creación.
Para poder aceptar que Dios permite —o incluso
envía— las aflicciones, debemos verlas desde su perspectiva. ¿Tiene usted
puesta su mirada en el dolor o en el Señor? Como creyentes, tenemos la
seguridad de que Dios no permitirá que nos vengan aflicciones, a menos que sea
con un buen propósito.
Fuentes: En
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