“Ten -dijo
un señor rico a un muchacho-, coge este sobre y llévaselo al señor H.M. que
vive en aquella casa”.
Cuando el
muchacho entregó el sobre, H.M. abrió los ojos. Apenas podía creer lo que veía.
Allí dentro había una gran cantidad de dinero en efectivo, con la cual podía
solucionar todos sus apremiantes problemas.
Lleno de
alegría, quiso recompensar al mensajerito, pero el muchacho dijo que no, que él
sólo había cumplido con un encargo, que él era sólo un muchacho de mandados...
Son tres
personajes: el hombre rico, el muchacho y la persona necesitada.
El hombre
rico representa a Dios, y la persona necesitada es la figura de usted y la mía.
¿Y el muchacho, quién es?
Según
entiendo, el muchacho es cualquier persona a quien Dios haga el encargo de comunicarnos
a usted y a mí la buena noticia del reino de Dios.
El
muchacho, en efecto, no era el dueño del dinero: él era sólo el mensajerito.
Igual son los mensajeros actuales de la Buena Noticia: ellos no van a ofrecer
una opinión personal o una teoría propia. La única razón de que ellos prediquen
es que el Señor los ha enviado, les ha dado esa misión.
Y dice el
evangelio de hoy (Marcos 6,4-13) que el envío implica la transmisión de una
gran noticia, la cual posee ciertamente un contenido intelectual, pero consiste
principalmente en la coherencia de la vida de los enviados, es decir, que ellos
están viviendo lo que anuncian.
Nuestros
mensajeros de hoy, desde el Papa hasta el más pequeño y humilde seglar
transformado y sanado por el amor de Dios, han recibido el encargo de, por
medio de la Palabra y de los Sacramentos, hacer llegar a nosotros el Reino de
Dios y liberarnos de opresiones y congojas que nos roban la vida.
Ellos son
los apóstoles de hoy, (“apóstol” significa “enviado”), y ellos no reclaman nada
para sí mismos, sabiendo que todo el valor de sus personas está en la misión de
amor que han recibido y en el poder de misericordia, de sanación y liberación
con el que han sido bendecidos (Efesios 1,3).
LA PREGUNTA DE HOY ¿CÓMO SURGEN LOS MENSAJERITOS?
Es Dios
quien los elige, quien los busca y quien los manda. “No me han elegido ustedes
a mí -dice el Señor-, soy yo quien los ha elegido para que den fruto, y su
fruto permanezca”.
Y les da
amor por los demás.
“Quien no
tiene amor por los demás no debe de ninguna manera iniciar el ministerio de la
predicación” (San Gregorio Magno).
El Señor
elige casi siempre a los que son sencillos y humildes. No llama a los
capacitados, capacita a los que llama. Y el mensaje que transmiten con su vida
(testimonio de vida) es para ellos un regalo de Dios, un privilegio y un
sacrificio, puesto que tienen que morir a sí mismos, desasirse (desapegarse) de
todo, y entregarse totalmente a Dios, sea cual sea su ocupación.
Entregando
su voluntad a Dios, están en el mundo, pero no pertenecen al mundo; y dan
gratis lo que han recibido gratis.
Es así como
el Reino de Dios viene a nosotros.
¿Será
posible que cuando venga a nosotros su Reino seamos todos mensajeritos…?
Por Luis
García Dubus
Fuentes: Listín
Diario de la Rep. Dom.
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