ABC | Ya
no son unos niños, pero tampoco unos adultos. Y antes o después tenemos
que oir la temida frase: «mamá, papá, quiero llegar tarde a casa». La
petición, además, suele ir acompañada excusas más o menos irrefutables
del tipo «todos mis amigos lo hacen», «si yo vengo antes tengo que venir
solo», o «hoy es fin de curso (o de mes, semana...) y todo el mundo
llega más tarde». En un momento dado, la familia siempre se encuentra
ante esta tesitura, más propicia si cabe durante las largas vacaciones
de verano.
De
pronto, a los padres les asaltan infinidad de miedos. «El mundo está
lleno de potenciales peligros que amenazan a nuestros hijos, como las
drogas, la violencia, la sexualidad... ¡los perdemos!», tendemos a
pensar. Pero a juicio de Teodoro Herranz, psicólogo, y profesor de
Psicología de la Personalidad en la Universidad Pontificia de Comillas,
es importante que los padres comiencen por tener en cuenta que los hijos
adolescentes «sólo podrán volver a unirse a nosotros cuando previamente
se hayan separado». «Contestar a esta pregunta es el principio de un
camino a recorrer con nuestros hijos, nunca contra nuestros hijos,
porque si así fuera sería un camino donde ambos perderían», advierte
este psicoterapeuta.
¿Qué hacer?
Entonces...
¿cómo reaccionar? ¿cómo lo hacemos? Herranz Castillo nos propone «un
guioncillo». «Pero confío en que no hagan de ello más que un recurso al
que añadan los suyos que seguro serán más valiososo para los hijos»,
matiza. Estos serían sus propuestas:
1. Cuando oigan la pregunta, escúchela. Mantenga los miedos bajo un control, al menos, inténtelo. No responda de forma inmediata, ni pretenda no haber oído
2.Únanse en la respuesta.
No responsa sin el apoyo de su pareja. No es bueno tomar posturas
divididas, la que tomen que sea común. Nunca contesten con frases como
«yo por mí, pero tu madre, tu sabes como se pone».
3. Separe la petición de las fantasías temidas..
(Violencia, drogas...) Nuestros hijos nos han pedido llegar más tarde,
más tiempo. Es un tiempo para aprender a vivir, a relacionarse, a
divertirse... y, probablemente, esto incluirá transgresiones. Pero con
casi toda seguridad, transgresiones menores. Recuerde que es adolescente
es el niño que ha estado tantos años a su lado. Y, desde esa confianza,
piense que todo lo que ha vivido hasta ahora con usted también forma
parte de él.
4. Evaluar con racionalidad. No de forma impulsiva lo que nos pide: no es lo mismo unas horas que salir tres días sin regresar a casa.
5. Negociar siempre.
Eso significa que todos tienen que conseguir algo que les deje bien,
por el otro y por sí mismo. Ceder desde la resignación, desde la
concesión, es malo para todos. Prohibir es incapacitarles en el camino
para aprender a conseguir cosas. Negociar es aprender a convivir.
6. Exigir el cumplimiento de los acuerdos.
Esto es esencial. Es entrenar en responsabilidad. Si se llega a un
acuerdo, no es «un poco más o un poco menos». Un incumplimiento de un
compromiso es un falta de respeto. Ya no es tener en cuenta al otro. Y
NADIE, ni PADRES ni HIJOS, tenemos derecho a tratar sin respeto a los
demás.
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