Leer | ROMANOS
8.29 | Dios nos ha
predestinado para que seamos hechos conformes a la imagen de Jesucristo, pero
esto no sucede en el momento que somos salvos. Aunque somos redimidos por la
sangre preciosa del Salvador y tenemos de inmediato un corazón nuevo, nuestra
transformación es un proceso que dura toda la vida.
El Espíritu
Santo hace posible esta transformación pues nos es imposible sin Él, no importa
nuestros esfuerzos.
Una manera
de dar entrada entusiasta a Dios a nuestras vidas, es mediante la obediencia al
mandato de Romanos 12.2: “No os conforméis a este siglo, sino transformaos por
medio de la renovación de vuestro entendimiento…”
Toda persona
elige, bien sea una filosofía bíblica o una filosofía del mundo como su fuente
de verdad, y esa elección moldea la mente y el espíritu. Por tanto, el Señor
nos dice que empapemos nuestra mente de las Escrituras, dejando que Él nos
moldee.
La
peregrinación de los israelitas por el desierto ilustra este principio. Después
que Dios los salvó del dominio de Faraón, no los trajo de inmediato a la Tierra
Prometida. Él sabía que hacerlo sería dejar que siguieran teniendo una vida
pecaminosa. Por eso los llevó al desierto y les dio los Diez Mandamientos. Solo
después que aprendieron a obedecer y a volverse a Dios, estuvieron listos para
dar el paso siguiente.
El proceso
de la santificación no siempre es agradable. Pero, por su admirable sabiduría y
su amor maravilloso, Dios sabe lo que necesitamos para apartarnos de los viejos
caminos que llevan a la muerte. Y Él crea un nuevo carácter en nosotros, lleno
de vida y de contentamiento.
Fuentes: En Contacto
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