Cuando nos desviamos de la voluntad de Dios
La
actividad constante es muy apreciada en nuestra sociedad. Las personas
ambiciosas son admiradas y premiadas por su interés y dedicación a sus
profesiones. Las madres que hacen malabarismos con todas las actividades de sus
niños, y que al mismo tiempo se ocupan del hogar y del trabajo son catalogadas
como supermadres. A los estudiantes sobrecargados que corren de la escuela al
deporte, y luego a actividades de enriquecimiento personal se les promete un
futuro brillante por sus esfuerzos.
Parecer ser
que hemos aceptado el sistema de valores de este mundo, y nos hemos subido en
el “carro del ajetreo” con la esperanza de encontrar una vida rica y
significativa. Pero, ¿cuántos de nosotros nos vamos a la cama cada noche
completamente agotados, para levantarnos el día siguiente y comenzar la carrera
de nuevo?
¿Por qué estoy tan ocupado?
Tal vez es
hora de hacer una pausa, tomar nuestra Biblia, y sentarnos con el Señor para
hacernos un auto-análisis sincero.
Las
personas recargamos nuestras agendas por muchas razones, pero quizás la
principal es que vivimos en una cultura acelerada.
Simplemente,
hay más cosas que hacer en el día, que tiempo para hacerlas. Muchos nos
sentimos abrumados por nuestro agitado estilo de vida, pero no sabemos cómo
desacelerar.
Sin
embargo, algunas personas con una personalidad motivada, se sienten de las mil
maravillas haciendo muchas cosas. Hallan gran satisfacción personal, y siempre
están dispuestas a añadir más retos a su día. Cada logro les da una razón de
ser y significado a sus vidas. Luego están las que se mantienen ocupadas para
evitar hacer frente a experiencias dolorosas o al pecado no confesado. Esperan
silenciar el dolor y el vacío que hay en su interior manteniéndose activas.
¿Qué piensa Dios del ajetreo?
No importan
las razones, tenemos que hacer una pausa y reflexionar en lo que piensa Dios de
nuestra actividad incesante. Al dar un paso atrás y ver nuestro estilo de vida
desde la perspectiva de Él, podemos saber si estamos viviendo conforme a su
voluntad, o si nos hemos salido del camino. En primer lugar, estar ocupados no
siempre es malo. Dios nos ha dado responsabilidades, tales como suplir para la
familia, servir en la iglesia y en la comunidad. Aunque no debemos descuidar
estos deberes, tampoco debemos dejar a un lado las cosas más importantes.
Para saber
lo que Dios considera la máxima prioridad, examinemos sus propósitos para la
humanidad. Él nos creó para disfrutar de una relación personal con Él
—conocerlo y amarlo en verdad. También dispuso tareas específicas para nosotros
(Ef 2.10). El cristiano, por lo general, se refiere a esta responsabilidad
individual como “la voluntad de Dios para mi vida”.
Sabiendo
esto, tenemos que considerar si nuestra actividad constante es una ayuda o un
estorbo para los planes del Señor. ¿Hay tiempo en su agenda para relacionarse
con su Creador? ¿Incluye ésta las actividades que Dios pensó para usted? Si
quiere tener una vida que el Señor pueda bendecir y recompensar, aparte tiempo
para evaluar sus actividades.
¿Cuáles son las consecuencias del ajetreo?
Daña
nuestra relación con el Señor. ¿Ha pensado alguna vez cómo hace sentir al
Señor? Él anhela tener relación estrecha con nosotros, pero cuando nuestras
actividades lo excluyen, su corazón se aflige por nuestra falta de interés.
Aunque todo
creyente puede relacionarse con Cristo, cada uno tiene la responsabilidad de
hacerlo activamente. Para ayudarnos a entender lo que esto requiere, pensemos
en qué se necesita para destruir una relación. Es muy sencillo: no reunirse ni
hablar con la otra persona. Esto es lo que, desgraciadamente, muchos de
nosotros hacemos cuando dejamos que las cosas de este mundo tengan prioridad
sobre el tiempo con el Señor. La única manera que tienen las personas
ajetreadas de acrecentar su relación con Dios, es dándole lo que más valoran:
tiempo a solas, sin interrupciones y sin prisa, en su presencia. Incluso el
servicio al Señor no es un sustituto de la comunicación con Él. En Lucas
10.38–42 (NVI), leemos que cuando Jesús se detuvo a visitar a sus buenos amigos,
“Marta se sentía abrumada, porque tenía mucho que hacer”, pero María “sentada a
los pies del Señor, escuchaba lo que él decía”. Aunque Marta hacía algo bueno
al servir a Cristo, había perdido de vista la mejor parte: estar quieta y
escuchar al Señor. Como cristianos, es fácil estar tan ocupados haciendo la
obra de Dios, que ya no tenemos tiempo para simplemente estar con Él.
El ajetreo
también nos impide involucrarnos en la voluntad de Dios. Recordemos que el
Señor ha ideado tareas específicas para que las realicemos. Sin embargo, hay
dos maneras en que podemos desaprovechar esto. Primero, si estamos demasiado
ocupados para apartar un tiempo de quietud y buscar la dirección del Señor, no
tendremos idea de si estamos haciendo lo que Él quiere. Segundo, si nuestro
objetivo es solamente realizar nuestros planes, no tendremos tiempo para los
suyos.
¿Quién está
controlando sus actividades? ¿Ha dejado que los valores de la sociedad
determinen su agenda? Los planes de Dios para usted nunca se alinearán con los
planes del mundo, los cuales están bajo la dirección de Satanás (2 Co 4.4) y
manejados conforme a sus propósitos y valores. La influencia de la sociedad es
poderosa; estimula los deseos que tenemos, y promete placeres y recompensas que
lucen irresistibles. Pero si nos dejamos engañar por estas mentiras, el mundo
dictará nuestras actividades y nos esclavizará a un ajetreo improductivo.
Por otro
lado, hay quienes ceden el control de sus actividades a otras personas que
tienen demasiada influencia sobre sus decisiones. Puesto que todos estamos
saturados de demandas de tiempo y energías, la capacidad de decir no tiene un
valor incalculable. No todas las oportunidades son la voluntad de Dios para
usted. Por eso es tan importante estar conectados a Él; así podremos discernir
su voluntad agradable y perfecta. Pero, por más fuertes que sean las fuerzas
externas que nos llevan a un estilo de vida agitado, la mayor culpable puede
ser nuestra desobediencia. Todos deseamos, de alguna manera, ser nuestro propio
jefe y determinar nuestra propia agenda, pero la única manera de vivir en la
voluntad de Dios es rendirle a Él nuestros planes. Solo tenga presente que sus
planes son siempre buenos y perfectos, que es mucho más de lo que puede decirse
de los suyos. Aunque es posible que el plan del Señor no sea fácil, usted puede
saber con certeza que obedecerlo le producirá sensación de bienestar y fruto
que permanece por toda la eternidad.
¿Cuál es el costo de mi ajetreado estilo de
vida?
El mundo
cree que las personas que están en actividad constante son productivas, pero
esto no siempre es cierto. Desde la perspectiva del Señor, más actividad no
significa necesariamente más fruto. A menos que nos ocupemos de las tareas que
Él tiene para nosotros, nuestros esfuerzos no tendrán valor duradero. Después
de trabajar duro y por mucho tiempo, podríamos llegar al cielo y descubrir que
hemos perdido recompensas porque desperdiciamos nuestro tiempo y nuestras
energías en actividades inútiles (1 Co 3.10-15).
El ajetreo
es un ladrón que nos roba oportunidades preciosas para disfrutar del Señor y
servirlo. Sería trágico desobedecer al Señor, y preguntarnos por el resto de
nuestras vidas qué pudiera Él haber hecho en y por medio de nosotros. Mucho
mejor sería someter nuestro tiempo y nuestros planes a Él, y tener la
satisfacción que resulta de hacer aquello para lo cual fuimos creados.
¿Cómo hago una pausa?
Muchas
personas se sienten atrapadas por la velocidad de la vida, pero no ven la
manera de desacelerar y escapar del ritmo enloquecedor de este mundo. Algunos
principios bíblicos pueden enseñarnos a cómo decir no, y comenzar a vivir en la
libertad de la voluntad de Dios.
Familiarícese
con la Palabra de Dios. Una de las estrategias más efectivas de Satanás para
mantenernos atrapados, es lograr que ignoremos la Biblia. Si estamos demasiado
ocupados para leerla, pasaremos la vida yendo tras los vacíos tesoros de las
sociedad. ¿Cómo podemos tomar buenas decisiones sin buscar la guía del Señor?
Solo conociendo la verdad seremos capaces de discernir las mentiras del enemigo
y reconocer sus trampas.
Espere en
el Señor. Esta es una tarea difícil para una persona ajetreada, pero tomar
decisiones apresuradas sin una dirección clara lo llevaran nuevamente al
ajetreo. Si usted quiere invertir en aquello que es eterno, tome su Biblia y
reserve un tiempo para estar a solas con el Padre celestial. Pídale que evalúe
sus actividades actuales, y que le muestre qué desea Él para su vida. Obedezca
a Dios y deje las consecuencias en sus manos. Una vez que haya recibido una
dirección clara, sea obediente. Nuestra tendencia humana es querer saber todo
el plan antes de avanzar, pero ese no es el método de Dios. Él dice que su
Palabra es lámpara a nuestros pies (Sal 119.105), no un reflector.
Si su
automóvil estuviera en un estacionamiento en la noche, usted no esperaría hasta
la salida del sol para ver el camino que lo lleve a casa. No; encendería las
luces y conduciría sin saber lo que le espera en la oscuridad. Asimismo, la
voluntad de Dios viene a nosotros por lo general en pequeños incrementos.
Después que damos un paso, Él nos revela el siguiente. El propósito del Señor
es enseñarnos a confiar en Él. Una de las grandes ventajas de la obediencia, es
que Él asume toda la responsabilidad por lo que suceda después. No hay
necesidad de temer, porque nunca perderemos si obedecemos a Dios.
Sin
embargo, en el momento que usted se comprometa a obedecer al Señor y a hacer
las cosas a la manera de Él, Satanás lanzará pensamientos de ansiedad a su
mente: Si le doy a Dios la primera parte del día, ¿cómo podré terminarlo todo?
Si cambio de trabajo, ¿cómo voy a mantener a mi familia y pagar las cuentas?
Pero, al confiar en la verdad de la Biblia, usted tendrá siempre una respuesta
efectiva: “Mi tarea es obedecer; de las consecuencias, Dios es el responsable.
Él es fiel y dará lo que se necesite”.
Aunque
cambiar un estilo de vida ajetreado no será fácil, vale la pena el esfuerzo. La
búsqueda de aceptación, realización y propósito puede llevarnos a sobrecargar
nuestras agendas. Pero el frenesí terminará cuando encontremos el gozo de una
relación con Cristo, y la emoción de buscar su voluntad para nuestras vidas.
Hagamos una pausa y pasemos tiempo con el Señor. El resultado final será una
vida bien productiva.
Preguntas para más estudio
La búsqueda
más importante
¿Cuál es la
búsqueda más importante de la vida (Jer 9.23, 24)?
¿Cómo se
mantuvo Jesús conectado con su Padre mientras estuvo en la tierra (Mr 1.35; Mt
14.23)?
¿Quién
fijaba su agenda de actividades de cada día (Jn 5.19, 20, 30; 8.28, 29)?
Lea Lucas
10.38-42. ¿Es usted más como María, o como Marta?
¿Qué
recomendó Jesús como remedio para el cansancio (Mt 11.28-30)?
La
evaluación que hace Dios de nuestro trabajo
¿Qué dice
Santiago 4.13-17 sobre la planificación presuntuosa, sin pensar en los
propósitos de Dios?
Según Lucas
8.11-15, ¿cómo puede la preocupación por las cosas de esta vida afectar nuestra
utilidad (v. 14)?
¿Cuál fue
la evaluación que hizo Dios del hombre que pasó su vida dedicado a sus propios
planes (Lc 12.16-21)?
¿Cómo
determinará Cristo si su trabajo fue productivo o perdido (1 Co 3.10-15)?
La vida
dentro de la voluntad de Dios
¿Cómo
cumplió el apóstol Pablo con el propósito de Dios para su vida (Fil 3.7-14; 2
Ti 4.6-8)?
¿Cuál era su prioridad?
Según
Efesios 2.10,¿Qué ha planeado Dios para su vida? ¿Cómo puede conocer la
voluntad de Dios para usted (Ro 12.1, 2)?
Por Charles
F. Stanley
Fuentes:
Avanzas por Más
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