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Génesis 39.21—40.8 | Si alguien tenía motivos para estar afligido, ese era
José. Su madre murió cuando era niño. Sus hermanos lo odiaban, lo vendieron
como esclavo, y convencieron a su padre de que había muerto. José trabajó duro
en la casa de Potifar, pero terminó en la cárcel por falsas acusaciones. Sin
embargo, no fue una persona amargada.
José
mantuvo una actitud llena de fe porque confiaba firmemente en Dios, quien
siempre estuvo con él. Aun en la cárcel, le fue dada la responsabilidad sobre
otros (vv. 21, 22). Al igual que él , nosotros podemos estar “cautivos” —del
desempleo, la mala salud o una relación destructiva. No obstante, podemos
experimentar la presencia de nuestro Padre celestial, y tener éxito, pues su
Espíritu Santo produce en nosotros el buen fruto cuando dependemos de Él (Gá
5.22, 23).
Cualesquiera
que fueran sus circunstancias, José se negaba a concentrarse en sí mismo.
Cuando dos de los servidores del rey fueron encarcelados, tuvo compasión de
ellos y los ayudó. Tanto en tiempos de bendición como de crisis, debemos ayudar
a otros (2 Co 1.3, 4). Notemos, también, que José no rehuyó hablar con osadía
acerca de Dios a estos hombres y a Faraón. Le dijo a este dirigente egipcio que
la respuesta que buscaba en cuanto a sus sueños vendría del Señor (Gn 41.16).
Ya fuera
que estuviera esclavizado, en la cárcel, o como segundo al mando después de
Faraón, José prosperó. Soportó muchas dificultades, pero vio que el Señor las
había usado para bien (Gn 50.19, 20). Gracias a la presencia del Espíritu Santo
en nosotros, podemos —al igual que José— tener una actitud que glorifique a
Dios.
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