LEA: 1 Juan
3:16-24 | Hace poco, leí sobre un investigador privado de los Estados Unidos
que golpeaba a una puerta, mostraba su identificación a quienquiera que la
exigiera y decía: «Supongo que no tengo que decirle por qué estamos aquí».
Muchas veces, la persona respondía asombrada: «¿Cómo lo supo?», y describía un
delito que había cometido, pero que nadie había descubierto aún. En un artículo
de la revista Smithsonian, Ron Rosenbaum describe dicha reacción como «una
puerta de salida para la potencia fundamental de la conciencia, el monólogo
interno del corazón que delata».
Todos
sabemos cosas personales que nadie más conoce: fracasos, errores, pecados.
Aunque los hayamos confesado a Dios y Él nos haya perdonado, tal vez regresen
para acusarnos una y otra vez. Juan, uno de los seguidores más cercanos de
Jesús, escribió sobre el amor de Dios hacia nosotros y el llamado a obedecer
sus mandamientos: «Y en esto conocemos que somos de la verdad, y aseguraremos
nuestros corazones delante de él; pues si nuestro corazón nos reprende, mayor
que nuestro corazón es Dios, y él sabe todas las cosas» (1 Juan 3:19-20).
Nuestra confianza
en Dios surge de su amor y perdón manifestados en Cristo, no de nuestro
desempeño en la vida. «… en esto sabemos que él permanece en nosotros, por el
Espíritu que nos ha dado» (v. 24).
Dios, que
sabe todo sobre nosotros, es mayor que nuestra autocondenación.
Dios nunca
condenará a la persona que recibe a Cristo.
(Nuestro
Pan Diario)
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