LEA: Mateo
24:3-14 | Muchos han calificado la Primera Guerra Mundial como uno de los
conflictos más letales de la historia humana. Millones perdieron la vida en ese
primer enfrentamiento bélico global de la era moderna. El 11 de noviembre de
1918, se declaró un cese de hostilidades; a las once horas del día undécimo del
undécimo mes.
Durante ese
histórico momento, millones de personas en el mundo entero guardaron unos
instantes de silencio mientras reflexionaban sobre el costo terrible de la
guerra: la pérdida de vidas y el sufrimiento. Se esperaba que «la Gran Guerra»,
como se la denominaba, pusiera fin a todas las demás.
A pesar de
los numerosos conflictos militares devastadores que le han seguido, no ha
disminuido la esperanza de lograr una paz duradera. Y la Biblia brinda una
promesa esperanzadora y realista de que, un día, las guerras finalmente se acabarán.
Cuando Cristo vuelva, la profecía de Isaías se hará realidad: «… no alzará
espada nación contra nación, ni se adiestrarán más para la guerra» (Isaías
2:4). En ese momento, la hora undécima pasará y comenzará la primera hora de
paz permanente en un cielo nuevo y tierra nueva.
Hasta que
llegue ese día, aquellos que siguen a Cristo deben ser representantes del
Príncipe de Paz mediante su manera de vivir y en la diferencia que marcan en
nuestro mundo.
La paz
verdadera solo se logra en Cristo.
(Nuestro
Pan Diario)
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