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Filipenses 4.6, 7 | La ansiedad es enemiga de una vida tranquila. Las personas
hacen todo lo posible para deshacerse del estrés: la publicidad promete
vacaciones que la eliminen; los gimnasios ofrecen curarla; y las revistas
recomiendan maneras de reducirla cambiando algunos hábitos. El problema es que
no hay nada que podamos hacer para liberarnos por completo de la ansiedad, las
cargas o los problemas.
Sin
embargo, podemos efectivamente tener paz en los momentos de ansiedad. Jesús
dijo que busquemos la paz en su persona porque Él ha vencido a este mundo (Jn
16.33). La clave está en quitar nuestra mirada del problema y ponerla en Dios,
quien nos da todo lo que necesitamos y su poder sin límites (Sal 50.10; Ro
8.11).
La paz no
puede ser fabricada; es un regalo de nuestro Padre celestial. Su Espíritu Santo
produce una sensación de serenidad en los que buscan la protección del Señor
(Fil 4.7). La palabra griega traducida como “guardará” en el pasaje de hoy
significa “pondrá guarnición en una plaza fuerte”. Dios envuelve el corazón y
la mente con paz, resguardando contra la inquietud y el temor. Observe que Él
no hace que los problemas desaparezcan; podemos seguir bajo presión, pero
estamos cubiertos contra la ansiedad y rodeados también de paz.
Los
versículos de hoy nos dicen que debemos orar en vez de entregarnos a la
ansiedad. Esas palabras son las órdenes de Pablo para enfrentar las tensiones y
los problemas. La oración mantiene la mente y el corazón revestidos de paz.
Siga confiando en Dios para que sus defensas se mantengan fuertes y la ansiedad
no pueda introducirse en su vida.
(En
Contacto)
La oración reconforta, alivia, y da aliento. Mientras nuestra fe Jesucristo se acreciente por la lectura de la Palabra y la oración nada nos hará perder la paz: "Todo lo puedo en Cristo que me fortalece"
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