sábado, 8 de octubre de 2011

La entrega de la finca a su propietario



¿Le demostró alguien a usted alguna vez cómo hacer la señal de la cruz? ¿Le enseñó alguna oración? ¿Alguna persona le explicó que había un Dios y le habló de Jesucristo? Todo eso le pasó a Jorge cuando era niño. Por medio de otros, Dios buscó a Jorge, y dispuso que le hablaran de Él, que lo iniciaran en una relación con Él, para que Jorge supiera que podía contar con un Dios que lo había creado y lo amaba.

Y luego Dios esperó. Esperó que Jorge lo buscara, que se le acercara, que hiciera amistad con Él. Que el buscado, comenzara a buscar.

Pero Jorge se distrajo. Ocupó su mente y dirigió su vida hacia otras cosas más palpables que aquel Dios de quien le habían hablado.

Y se desvió. Primero un poco y después bastante. Dios se le fue quedando muy lejos, y llegó un momento en que se olvidó de Él.

Jorge había construido su vida alrededor de sí mismo, con autonomía absoluta y total, eliminando toda injerencia exterior a él mismo, incluso la de Dios. Se había adueñado totalmente de la vida (finca) que le habían confiado.

¿Conoce usted a alguien así? Examinando su propia vida, ¿tendría ésta alguna similitud con la de Jorge? En el evangelio de este domingo (Mateo 21,33-43) el Señor narra una parábola sobre un hombre que preparó cuidadosa y amorosamente una finca (viña) y luego la arrendó a unos labradores.

Habiendo invertido tanto amor en aquel terreno, el hombre esperaba que diera buenos frutos.

Pero no fue así. Los labradores hicieron con él lo que les dio la gana, apropiándoselo groseramente, como había hecho Jorge con la vida que Dios le regaló.

Nuestra vida es un tesoro que Dios nos ha confiado. Él nos creó para amarnos y para que así con su amistad y apoyo, fuéramos felices. La enseñanza del Señor es perfecta, Y da nueva vida Los preceptos del Señor son justos, Y traen alegría al corazón. (Salmo 19).

La pregunta de hoy
¿Cómo hacer para recuperar la relación con Dios y la paz? Estamos a tiempo de recuperar plenamente nuestra felicidad y nuestra esperanza. Sólo tenemos que percibir la cercanía de Dios y disponernos a dejarnos amar hasta el fondo. San Pablo, hoy mismo, nos dice cómo hacerlo: “El Señor está cerca, no se angustien por nada; en lo que sea, presenten ante Dios sus peticiones con esa oración y esa súplica que incluyen acción de gracias; así la paz de Dios, que supera todo razonar, custodiará su mente y sus pensamientos por medio del Mesías Jesús” (Filipenses 4,6-9).

No hace falta la angustia. Sólo necesidad y confianza. Necesidad para pedir y confianza para recibir.

Es todo lo que necesitamos.

Abandono y agradecimiento. Y éste será el fruto: que Dios nos haga capaces de amarnos a nosotros mismos y a los demás sin que se lo merezcan.

¿Se imagina usted una persona que se ame serenamente a sí misma y a los demás sin que tengan que merecerlo? No hay auto-rechazo, no hay rechazo a nadie. ¿Qué queda? Y recuerde: “Lo difícil no es empezar, sino volver a empezar. Y sólo los que vuelven a empezar... acaban”.

 Por Luis García Dubus –Santo Domingo –Listin Diario

No hay comentarios.:

Publicar un comentario

Nota: sólo los miembros de este blog pueden publicar comentarios.