lunes, 3 de octubre de 2011

MIRAR ATRÁS


 Hebreos 11:
13 Conforme a la fe murieron todos éstos sin haber recibido lo prometido, sino mirándolo de lejos, y creyéndolo, y saludándolo, y confesando que eran extranjeros y peregrinos sobre la tierra.
14 Porque los que esto dicen, claramente dan a entender que buscan una patria;
15 pues si hubiesen estado pensando en aquella de donde salieron, ciertamente tenían tiempo de volver.

16 Pero anhelaban una mejor, esto es, celestial; por lo cual Dios no se averg:uenza de llamarse Dios de ellos; porque les ha preparado una ciudad.
23 Por la fe Moisés, cuando nació, fue escondido por sus padres por tres meses, porque le vieron niño hermoso, y no temieron el decreto del rey.
24 Por la fe Moisés, hecho ya grande, rehusó llamarse hijo de la hija de Faraón,
25 escogiendo antes ser maltratado con el pueblo de Dios, que gozar de los deleites temporales del pecado,
 26 teniendo por mayores riquezas el vituperio de Cristo que los tesoros de los egipcios; porque tenía puesta la mirada en el galardón.
 27 Por la fe dejó a Egipto, no temiendo la ira del rey; porque se sostuvo como viendo al Invisible.

El verano pasado, mi esposo y yo viajamos en tren desde Grand Rapids hasta Chicago. Como nuestros asientos miraban hacia la parte posterior del tren, lo único que podíamos ver era donde ya habíamos estado, no hacia donde íbamos. Edificios, lagos y árboles pasaban volando tras la ventanilla, después de haberlos dejado atrás. No me gustó. Prefiero ver hacia dónde voy.

A veces, también podemos sentirnos así en cuanto a la vida: deseamos poder ver el futuro. Nos gustaría saber cómo resultarán ciertas situaciones, de qué modo contestará Dios nuestras plegarias. Sin embargo, lo único que podemos saber es dónde estuvimos. Es decir, esto sería así si no fuera por la fe.

Hebreos 11, el «capítulo de la fe» de la Biblia, nos habla de dos verdades que algunas personas del Antiguo Testamento sólo pudieron ver por la fe. Habla de Noé, de Abraham y de Sara, quienes murieron conforme a la fe, mirando de lejos lo prometido. «Creyéndolo, y saludándolo», miraban al futuro, a «una [patria] mejor, esto es, celestial» (vv. 13,16). Además de la promesa del cielo, el versículo 27 nos dice que, por la fe, Moisés se sostuvo «viendo al Invisible», que se refiere a Cristo.

Aunque no sepamos cuál será el resultado de las luchas que enfrentamos hoy, los creyentes en Jesús podemos, por la fe, ver hacia delante, al lugar adonde vamos: Tendremos un lugar celestial donde viviremos con Cristo para siempre.

Reflexión: La promesa del cielo es nuestra eternal esperanza.

Fuentes: Nuestro Pan Diario

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