Lectura: Romanos 12:3-13.
Hospedaos los unos a los otros sin murmuraciones"
1 Pedro 4:9
En el Nuevo Testamento, la hospitalidad es un distintivo de
la vida cristiana. Se enumera como una de las características de los líderes de
la iglesia (1 Timoteo 3:2; Tito 1:8) y es un mandato para todo seguidor de
Jesús, como una expresión de amor (Romanos 12:13: 1 Pedro 4:9). Pero su
significado va más allá de que seamos anfitriones bondadosos o de que
ofrezcamos nuestra casa a invitados.
La palabra griega traducida «hospitalidad» significa «amor a
extraños». Cuando Pablo habla de estar «practicando la hospitalidad» (Romanos
12:13), está llamándonos a procurar relacionarnos con personas necesitadas. No
es una tarea fácil.
El escritor Henri Nouwen lo compara a alcanzar a aquellos
con quienes nos cruzamos en el camino de la vida: personas que tal vez estén
lejos de sus culturas, sus países, sus amigos, sus familiares o incluso de
Dios. Nouwen escribe: «Por lo tanto, la hospitalidad se refiere primordialmente
a la creación de un espacio libre donde el extraño pueda entrar y convertirse
en amigo en vez de enemigo. La hospitalidad no debe cambiar a las personas,
sino ofrecerles un lugar donde pueda producirse un cambio».
Ya sea que habitemos en una casa, en un dormitorio
universitario, en una celda de la cárcel o en una barraca militar, podemos dar
la bienvenida a otros, como una forma de demostrar nuestro amor a ellos y a
Cristo. Hospitalidad es hacer lugar a los necesitados.
Reflexión: La hospitalidad puede llenar el vacío de un
corazón solitario.
Fuentes: Nuestro Pan Diario
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