Hay mucho dolor y tristeza entre las personas, por causa
de relaciones rotas; son heridas que, a veces, el tiempo no logra
sanar. Personas que dicen: “Yo confié en él, o en ella, y me falló”. El
versículo de hoy muestra la salida para algunos de esos problemas.
Dios
dijo que lo buscaríamos, y lo hallaríamos si lo buscamos con todo
nuestro corazón. La expresión “todo corazón” es sinónimo de integridad,
veracidad y sinceridad. La sinceridad es la virtud que nos lleva a decir
siempre la verdad y a mostrarnos, delante de las otras personas, tales
como somos interiormente.
Pero, la sinceridad no es algo que fabricamos: es un
fruto del Espíritu Santo y un valor que debemos tener, con el fin de
desarrollar relaciones humanas saludables. El secreto, para ser sincero,
es amar. Pero, amar de todo corazón; no por la mitad. Amar primero a
Dios y, como resultado, al ser humano.
Lo opuesto de la sinceridad es la hipocresía: decir lo
que no es verdad, lo que no se siente; esconder, mentir, aunque esas
mentiras sean llamadas “mentiras piadosas”.
Para ser sincero, se necesita tener criterio. Esto
significa que, cuando es necesario decir la verdad, debes utilizar las
palabras y las expresiones correctas. Las personas nunca se sienten
heridas por lo que dices, sino por la manera en que lo dices.
La sinceridad, también, requiere valor, ya que, a la
hora de decir la verdad a un amigo o a una amiga, por ejemplo, la
mentira, por piadosa que te parezca, no se puede justificar por el
“miedo de perder una buena amistad”.
La persona sincera siempre dice la verdad, en todo
momento, aunque le cueste; sin temor al qué dirán. Ya que ser
sorprendido en la mentira es más vergonzoso.
Al ser sinceros, somos honestos con los demás y con
nosotros mismos, convirtiéndonos en personas dignas de confianza, por
causa de nuestra autenticidad.
Haz de este un día de sinceridad. Pero recuerda: “Y me buscaréis y me hallaréis, porque me buscaréis de todo vuestro corazón”. .
Tomado de meditaciones matinales para adultos
Plenitud en Cristo
Por Alejandro Bullón
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