Juan 6:
60 Al oírlas, muchos de sus discípulos dijeron: Dura es esta
palabra; ¿quién la puede oír?
61 Sabiendo Jesús en sí mismo que sus discípulos murmuraban
de esto, les dijo: ¿Esto os ofende?
62 ¿Pues qué, si viereis al Hijo del Hombre subir adonde
estaba primero?
63 El espíritu es el que da vida; la carne para nada
aprovecha; las palabras que yo os he hablado son espíritu y son vida.
64 Pero hay algunos de vosotros que no creen. Porque Jesús
sabía desde el principio quiénes eran los que no creían, y quién le había de
entregar.
65 Y dijo: Por eso os
he dicho que ninguno puede venir a mí, si no le fuere dado del Padre.
66 Desde entonces
muchos de sus discípulos volvieron atrás, y ya no andaban con él.
67 Dijo entonces
Jesús a los doce: ¿Queréis acaso iros también vosotros?
68 Le respondió Simón
Pedro: Señor, ¿a quién iremos? Tú tienes palabras de vida eterna.
69 Y nosotros hemos
creído y conocemos que tú eres el Cristo, el Hijo del Dios viviente.
La popularidad no es constante. Sólo pregúntale a un
político. Muchos de ellos miran las encuestas para saber cómo evalúan los
electores sus políticas. Quizá comienzan con un alto porcentaje, pero luego,
este disminuye sin parar durante el período de gobierno.
Jesús también experimentó una drástica pérdida de
popularidad. Había alcanzado su pico después de la alimentación de los 5.000
(Juan 6:14-15), y cayó en picada cuando les dijo a Sus oyentes que había
«descendido del cielo» (v. 38). La reacción de la gente ante Su asombrosa
declaración fue, en esencia: «¿Quién se cree que es este tipo?» (ver v. 41).
La popularidad de Jesús siguió cayendo cuando explicó que
podían considerarlo pan espiritual (vv. 51-52). Perplejos ante lo que habían
oído, dijeron: «Esta enseñanza es muy difícil; ¿quién puede aceptarla?» (v. 60
NVI). Como resultado, muchos lo abandonaron.
Las multitudes seguían a Jesús en forma condicional. Sólo
estaban felices cuando el Señor suplía las necesidades de ellos o les daba lo
que querían. Cuando les pidió que se comprometieran, se negaron rotundamente.
La pregunta de Jesús a Sus discípulos fue: «¿Queréis acaso
iros también vosotros?» (v. 67). Pedro respondió: «Señor, ¿a quién iremos? Tú
tienes palabras de vida eterna» (v. 68). Al igual que Pedro, ¿decidirás ignorar
el concepto que el mundo tiene de Jesús y lo seguirás todos los días?
Reflexión: La consagración a Cristo es un desafío que se nos
hace a diario.
Nuestro Pan Diario
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