Filipenses 2
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1
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Por
tanto, si hay alguna consolación en Cristo, si algún refrigerio de
amor, si alguna comunión del Espíritu, si algún afecto entrañable y
misericordias,
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2
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completad
mi gozo, que sintáis lo mismo, teniendo el mismo amor, unánimes, sintiendo
una misma cosa.
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3
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Nada hagáis
por contienda o vanagloria; antes bien con humildad, estimándoos unos a otros
como superiores a sí mismos,
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4
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no
mirando cada uno a lo suyo propio, sino cada cual también por lo de los
demás.
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5
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Haya, pues, en vosotros este sentir que hubo
también en Cristo Jesús;
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6
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el cual, siendo en forma de Dios, no tuvo por
usurpación el ser igual a Dios;
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7
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sino que se despojó a sí mismo, tomando forma
de siervo, hecho semejante a los hombres;
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8
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y hallado
en la condición de hombre, se humilló a sí mismo, haciéndose obediente hasta
la muerte, y muerte de cruz.
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9
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Por lo
cual Dios también le exaltó hasta lo sumo, y le dio un nombre que es sobre
todo nombre;
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10
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para que
al nombre de Jesús, se doble toda rodilla; de los que están en el cielo, y en
la tierra, y debajo de la tierra,
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11
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y toda
lengua confiese que Jesucristo es el Señor, para la gloria de Dios Padre.
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En su libro
El primer hombre, James Hansen relata el viaje de Neil Armstrong a la luna. El
escritor explica que a cada astronauta se le pidió que completara un informe
después de concluir el vuelo. Ese informe enumeraba cómo habían viajado desde
Houston, en Texas; a Cabo Kennedy, en Florida; a la luna; al Océano Pacífico; a
Hawai; y regresado a Houston. ¡Qué lista de destinos!
Hay otro
itinerario que supera cualquier viaje que se haya hecho jamás. Imagina esta
ruta de nuestro Salvador Jesucristo: lugar de origen, los lugares celestiales;
destino inicial, Belén; modalidad de transporte, nacimiento virginal; objetivo
del viaje, la redención de los pecadores; destino de regreso, la diestra del
Padre.
Filipenses
2:5-11 describe con elocuencia la venida de Cristo a la tierra a redimirnos. Un
comentarista bíblico considera que este pasaje es un himno de alabanza a la
gloria del Siervo sufriente que llegó a ser exaltado por Su obediencia: «…
Cristo Jesús, el cual siendo en forma de Dios, […] se humilló a sí mismo,
haciéndose obediente hasta la muerte…» (vv. 5-9).
¡La
extraordinaria ruta de la redención de nuestro Señor debería llenar nuestro
corazón de gratitud y alabanza!
Reflexión:
Dios se introdujo en la historia humana para ofrecernos el regalo de la vida
eterna.
Nuestro Pan
Diario
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