• (El
Señor) lo guardó como a la niña de su ojo. Como el águila que excita su nidada,
revolotea sobre sus pollos, extiende sus alas, los toma, los lleva sobre sus
plumas, el Señor solo le guió. – Deuteronomio 32:10-12.
• Os tomé
sobre alas de águilas, y os he traído a mí. – Éxodo 19:4.
En Europa,
el águila, majestuosa ave de rapiña, construye su nido a una altitud de 1500
metros más o menos, en rocas escarpadas. Lo hace con ramas y lo tapiza con
materiales más suaves como lana y pieles, para que sea más confortable. Los
aguiluchos permanecen mucho tiempo allí, pero cuando llega el tiempo en que
deben aprender a volar, el águila emplea un método de educación muy singular. Saca
del nido todo lo que lo hace cómodo y la madre empuja al aguilucho al vacío. Pero
ella vigila volando por encima de él para tranquilizarlo, y lo incita a
imitarla. Si el aguilucho se acerca peligrosamente al suelo, su madre, rápida
como un rayo, se lanza debajo de él y lo recoge sobre sus alas.
¡Qué
hermosa imagen de los cuidados de Dios para con sus hijos! Él quiere verlos
crecer, madurar y estar firmes en la adversidad. A veces, mediante fuertes
pruebas, él trastorna una vida demasiado cómoda. ¿Hay que dudar de su amor,
sentir pánico o perderse en los porqués? ¡No! Como el águila que no pierde de
vista a su aguilucho, nuestro Padre celestial nos vigila. Quiere hacernos
experimentar su presencia en el torbellino. Quiere mostrarnos su poder y sus
cuidados. La fe no es una cuestión de emoción o de sentimientos, se expresa con
hechos: confiar en nuestro Señor, quien conoce muy bien las necesidades de sus
redimidos.
Fuentes: Amen
Amen
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