“Jehová está
en medio de ti; ¡Él es poderoso y te salvará! Se gozará por ti con alegría,
callará de amor, se regocijará por ti con cánticos”. Sofonías 3:17.
La madre del
joven intentaba proteger que su cabeza no recibiera algún golpe, mientras su
padre incómodamente colocaba a su hijo en el asiento de la ventana. El chico
tenía poco control de su cuerpo. Parecía que con cada movimiento, el niño daba
un lamento de dolor y eso impulsaba al padre a tratar de acomodarlo mejor.
Con su hijo
momentáneamente callado, el señor limpió su frente, tomó un par de respiros y
se sentó dando gracias por la ayuda y paciencia. Tan pronto se instaló en su
propio asiento, el padre volvió a prestarle atención al joven. Masajeaba los
brazos y piernas y acomodaba los almohadones. Luego de despegar, el chico se
durmió pero su papá siguió revisando que todo estuviera en orden.
En el Salmo
17:8, David entendió qué era ser el objeto de tal amor paternal: “Guárdame como
a la niña de tus ojos; escóndeme bajo la sombra de tus alas”.
Un poco de
turbulencia despertó al joven y él empezó a dar voces de dolor. Su padre puso
su mano sobre su cabello y susurró: “Papi está aquí. Te amo. No tengas miedo”.
Por un rato, siguió asegurándole al hijo que estaría bien.
Finalmente
el chico se volvió a dormir, pero su papá seguía hablando palabras de consuelo.
Aunque el niño no lo escuchaba, las palabras amorosas estaban ahí. Sofonías
3:17 dice: “Jehová está en medio de ti; ¡Él es poderoso y te salvará! Se gozará
por ti con alegría, callará de amor, se regocijará por ti con cánticos”.
Yo estaba
sentado al otro lado y mantuve mis ojos sobre ellos casi todo el rato. Empecé a
darme cuenta que observaba a este hombre cuidar a su hijo y amarle como mi
Padre Celestial lo hace conmigo. Aún cuando no me doy cuenta, mi Padre me
asegura de su amor, me cuida, limpia mis lágrimas y me tiene en el centro de su
atención.
Oración
Te pido oh Dios,
que mantengas sobre mi ese amor inmenso y que sobre todo, en mis momentos de
dolor yo pueda sentir que estás conmigo, que me amas, me proteges y tienes
cuidado de mis necesidades. Te necesito tanto Señor y por eso te ruego que no
quites tu mano de mi. En el nombre de Jesús, amén.
Escrito por Jeff Friend. Escritor
invitado
Fuentes: Club 700
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