La ira, Te
llena e inmoviliza, te convierte en un león enjaulado en tu propia piel.
Quieres gritar tan fuerte que tus palabras se distorsionan aun en tu propia
mente. Destruir, romper, golpear… son verbos que toman vida en medio de nuestra
ira. Esa necesidad imperiosa de fomentar en otros el dolor que nos consume. Que
hacer para mitigar ese sentimiento. Como destruir ese gigante que nos oprime
los sentidos, que nos pisa el corazón mientras se hace más grande y poderoso.
Necesito
paz para vencerlo, necesito entender este coraje inmenso, esta ira que me come
viva, como un caníbal hambriento. Tengo que controlarlo antes que el me domine
y termine haciendo una locura. Debo pensar, analizar, no puedo dejar que el me
domine. Pensar, mientras dejo que mi respiración se escape por mi boca, como el
aire que sale de agua en ebullición.
Respirar
como un toro antes de la embestida, reteniendo la fuerza pero controlando el
movimiento para no fallar. Como un nadador antes de zambullirse, porque esto le
garantiza que puede aguantar más tiempo en las aguas que pudieran ser su tumba.
Respirar
para que la respiración me garantice que mi acción será la correcta, para
mitigar la ebullición de rabia. Debo ser como la ola, que antes de golpear la
roca, retrocede agrupando sus aguas, ahí radica su fuerza. Debo ser como el
águila que recoge sus alas cuando va de picada en busca de su presa, y que
luego las despliega majestuosa y destructora.
Aglutinar
emociones para dar un solo golpe, una sola embestida, uno solo choque contra lo
que produce mi rabia. Solo uno, aunque me destruya a mí misma. Así mi coraje
morirá conmigo, mi ira será la lapida de mi última morada. Eso siento, ese
tropel de palabras describen mis emociones de este momento. Las plasmo en un
papel, para ver si puedo domarlas. Odiar, no es bueno. Airarse, sin importarnos
pecar, es malo.
Escribir
mitiga, suaviza, calma ese volcán de sentimientos que esta a punto de hacer
erupción. Piensa, piensa… que lograras dando rienda suelta a ese lago de azufre
llamado enojo. Cuantos inocentes arrastraras en el intento de acallar tu
gigante. Busca en ti, cuanta responsabilidad tienes en la creación de tu propia
ira.
Porque de
ser así, debes reconocer que eres creadora de tu propio enojo. De lo contrario,
si nada tienes que ver en ello, porque te levantas en armas contra una causa
que no es la tuya. Quizás la vida misma dará el pago aquellos que trabajaron
para ello. No te tomes atributos ajenos.
Piensa, con
frialdad. No ves como todo es distinto. Tu enojo esta en tu mente, y le has dado
forma en el tecleo constante de palabras, mas efectivo que un golpe seco en una
pared que no siente, pero tu mano si. Escribes y en cada idea que tienes que
plasmar en el papel, tu coraje se transforma, tu ira se hace mansa, y podrás
ver en cada palabra trazada, como quien mira el futuro, como pudiste de forma
quijotesca, destruir un gigante que no era un molino de viento, sino un
sentimiento de ira mal enfocado. Lo he logrado… las aguas vuelven a su nivel, y
tengo miedo, pues pienso que al dejar de escribir, todo volverá a comenzar.
Pero esta
aplacada mi ira, me siento mejor, más calmada. Escribir es el remedio, la
medicina que cura la enfermedad llamada ira, que viste la desnudez del coraje
de tranquilidad y ahora en letras con forma la rabia, en el río de la
mansedumbre.
Mientras
mis manos se deslizan por las teclas la furia se diluye, la ira se transforma y
se va construyendo un camino que me lleva a la paz.
Fuentes:
Reflexiones Cristianas
Extraído
con el permiso de: Alas de Gaviota
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