Santiago 4: 1 ¿De dónde
vienen las guerras y los pleitos entre vosotros? ¿No es de vuestras pasiones,
las cuales combaten en vuestros miembros?
2 Codiciáis, y no tenéis; matáis y ardéis de
envidia, y no podéis alcanzar; combatís y lucháis, pero no tenéis lo que
deseáis, porque no pedís.
3 Pedís, y no recibís, porque pedís mal, para
gastar en vuestros deleites.
4 !Oh almas adúlteras! ¿No sabéis que la
amistad del mundo es enemistad contra Dios? Cualquiera, pues, que quiera ser
amigo del mundo, se constituye enemigo de Dios.
5 ¿O pensáis que la Escritura dice en vano: El
Espíritu que él ha hecho morar en nosotros nos anhela celosamente?
6 Pero él da mayor gracia. Por esto dice: Dios
resiste a los soberbios, y da gracia a los humildes.
7 Someteos, pues, a Dios; resistid al diablo,
y huirá de vosotros.
8 Acercaos a Dios, y él se acercará a
vosotros. Pecadores, limpiad las manos; y vosotros los de doble ánimo,
purificad vuestros corazones.
9 Afligíos, y lamentad, y llorad. Vuestra risa
se convierta en lloro, y vuestro gozo en tristeza.
10 Humillaos delante del Señor, y él os
exaltará.
Durante una
entrevista en un programa de televisión, una artista famosa confesó que gastaba
miles de dólares y cientos de horas todos los años en artículos para el cabello
y en la peluquería. Reconocía que eso se había convertido en una adicción y
admitía que tenía un problema de «sumisión al cabello».
La palabra
sumisión significa «entrega a la autoridad o el control de otro». Debido a su
deseo de lucir y sentirse hermosa, esta celebridad permitía que su cabello le
controlara la vida.
La historia
de esta mujer podría hacer que nos preguntemos cuáles son los deseos de nuestro
corazón y a qué nos estamos sometiendo. ¿Hay a veces cosas que deseamos tanto
que nos subordinamos a hacer lo que sea con tal de conseguirlas? ¿Nos rendimos
ante la admiración, las posesiones, el yo, la comida, el dinero, el placer?
En su
Epístola a los Romanos, Pablo dijo: «… si os sometéis a alguien como esclavos
para obedecerle, sois esclavos de aquel a quien obedecéis…» (6:16). Cuando
nuestros deseos «combaten» en nuestro interior (Santiago 4:1), debemos
someternos al Señor como «siervos de Dios» (Romanos 6:22).
Humillarnos
delante del Señor (Santiago 4:10) y pedirle que nos muestre cómo está nuestro
corazón nos ayudará a reconocer si tenemos problemas de sumisión.
Reflexión:
La verdadera libertad no es elegir nuestro propio camino, sino someternos al
camino de Dios.
Fuentes:
Nuestro Pan Diario
@
Reflexiones Bíblicas
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