miércoles, 14 de diciembre de 2011

Me quiere, no me quiere



“Hace mucho tiempo se me apareció el Señor y me dijo: Con amor eterno te he amado; por eso te sigo con fidelidad” – Jeremías 31:3 (NVI)

Si eres mujer y te encontraras en un campo lleno de margaritas, probablemente harías el gran ritual de tomar pétalo por pétalo y repetir: “Me quiere… no me quiere… me quiere…”


Cada jovencita sueña con la llegada de su propio Príncipe Azul. Se imagina maravillosos momentos donde un apuesto muchacho llega sobre su caballo blanco para llevarla a su palacio en las montañas. No sé por qué será, pero nosotras las chicas parece que tenemos esa fantasía incrustada en nuestro ADN.

Pero no se preocupe. Como lo dicta el destino, eventualmente maduramos y reconocemos que la vida no siempre sale a como lo imaginamos. Incluso la Biblia habla de la importancia de poner a un lado cosas infantiles (1° Corintios 13:11). Sin embargo, de lo más interesante que he descubierto sobre Dios es que cuando nos quita algo, se asegura de darnos otra cosa aún mejor.

Sí, tuve que deshacerme de mi idea del príncipe, pero lo que descubrí fue un Héroe que esperaba por mí. No era de realeza inferior, sino el mismísimo Rey de reyes, quien desea llevarme a su hermoso reino a reinar con Él.

En el día de mi coronación, me postré ante Él, tomó mi mano y dejó caer pétalos de margarita sobre la palma de mi mano. Cuando las vi empecé a llorar, ya que noté que sólo me había dado pétalos que decían: “Me quiere”.

Y cómo quizás ya pudiste adivinar: ¡fuimos felices por siempre!

Tu oración

Señor, sé que tienes por mí un amor que nunca se acabará. Enséñame a disfrutarlo y compartirlo con otros que también necesitan ser amados por ti. En el nombre de Jesús. Amén.

Missey Butler. Escritora invitada. Editado por Club 700 Costa Rica.

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