“Hace mucho tiempo se me apareció el Señor y me dijo: Con amor eterno te
he amado; por eso te sigo con fidelidad” – Jeremías 31:3 (NVI)
Si eres mujer y te encontraras en un campo lleno de margaritas,
probablemente harías el gran ritual de tomar pétalo por pétalo y repetir: “Me
quiere… no me quiere… me quiere…”
Cada jovencita sueña con la llegada de su propio Príncipe Azul. Se
imagina maravillosos momentos donde un apuesto muchacho llega sobre su caballo
blanco para llevarla a su palacio en las montañas. No sé por qué será, pero
nosotras las chicas parece que tenemos esa fantasía incrustada en nuestro ADN.
Pero no se preocupe. Como lo dicta el destino, eventualmente maduramos y
reconocemos que la vida no siempre sale a como lo imaginamos. Incluso la Biblia
habla de la importancia de poner a un lado cosas infantiles (1° Corintios
13:11). Sin embargo, de lo más interesante que he descubierto sobre Dios es que
cuando nos quita algo, se asegura de darnos otra cosa aún mejor.
Sí, tuve que deshacerme de mi idea del príncipe, pero lo que descubrí
fue un Héroe que esperaba por mí. No era de realeza inferior, sino el mismísimo
Rey de reyes, quien desea llevarme a su hermoso reino a reinar con Él.
En el día de mi coronación, me postré ante Él, tomó mi mano y dejó caer
pétalos de margarita sobre la palma de mi mano. Cuando las vi empecé a llorar,
ya que noté que sólo me había dado pétalos que decían: “Me quiere”.
Y cómo quizás ya pudiste adivinar: ¡fuimos felices por siempre!
Tu oración
Señor, sé que tienes por mí un amor que nunca se acabará. Enséñame a
disfrutarlo y compartirlo con otros que también necesitan ser amados por ti. En
el nombre de Jesús. Amén.
Missey Butler. Escritora invitada.
Editado por Club
700 Costa Rica.
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