Lectura: 2 Corintios 4:8-15.
¿Alguna
vez escuchaste decir a los escépticos que la fe cristiana es sólo una
muleta; que la única razón de que algunos declaran confiar en Jesús es
porque son débiles y tienen que inventar una «religión» para poder
sobrevivir?
Al
parecer, esos escépticos no han oído acerca del médico que, en un país
del Lejano Oriente, pasó dos años y medio en la cárcel siendo
«reeducado», porque profesó creer en Cristo. Más tarde, después de ser
liberado, lo volvieron a arrestar; en esa ocasión, por sus actividades
en la iglesia.
Y
tal vez dichos escépticos tampoco han oído sobre Pablo, el cual,
después de confiar en Jesús, fue arrestado y azotado, soportó burlas y
padeció un naufragio (2 Corintios 11:16-29).
Estos
creyentes no buscaban una muleta, sino que tenían algo esencial y
profundo en sus corazones: experimentaban una relación personal con
Dios, producto de su fe en la obra de Jesús en la cruz. Como resultado,
se convirtieron en hijos del Rey, deseosos de sacrificar todo por el
privilegio de proclamar Su nombre. No andaban a los saltos buscando algo
que los mantuviera en pie.
¿Una
muleta? Ni pensarlo. La fe en Cristo no es una cuestión de seguridad ni
de prevención, sino de creer en Jesús y confiar en Él sin importar lo
que traiga aparejado. Significa tomar una cruz todos los días (Lucas 9:23) y vivir para el Salvador.
Reflexión: Como Jesús soportó la cruz en nuestro lugar, nosotros voluntariamente la tomamos por Él.
Fuentes: Nuestro Pan Diario
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