Lucas 6: 46 ¿Por qué me
llamáis, Señor, Señor, y no hacéis lo que yo digo?
47 Todo aquel que viene a mí, y oye
mis palabras y las hace, os indicaré a quién es semejante.
48 Semejante es al hombre que al
edificar una casa, cavó y ahondó y puso el fundamento sobre la roca; y cuando
vino una inundación, el río dio con ímpetu contra aquella casa, pero no la pudo
mover, porque estaba fundada sobre la roca.
49 Mas el que oyó y no hizo,
semejante es al hombre que edificó su casa sobre tierra, sin fundamento; contra
la cual el río dio con ímpetu, y luego cayó, y fue grande la ruina de aquella
casa.
El término “Señor” no debe utilizarse a la ligera. Cuando esa palabra
aparece en relación con Jesucristo, se refiere a Aquel que es soberano sobre la
vida y la creación. En el idioma griego, este título para Jesús es kurios, uno
que gobierna la vida de otros para el bien de ellos.
Recuerdo la vez que estuve hospitalizado hace años, y llegué a la
conclusión de que estaba allí porque Cristo no era el Señor de mi vida. Si
alguien hubiera estado observando mi vida en aquel entonces, probablemente
habría pensado que le estaba sirviendo con todo mi ser. Estaba sobrecargado de
proyectos y planes para la obra del Reino. Pero ese era, en realidad, el
problema. Cuando Dios me dijo que hiciera un alto, que frenara, o que hiciera
algo diferente a lo que había planeado, seguí haciendo lo mismo. De espaldas en
el hospital, finalmente permanecí quieto el tiempo suficiente para que el Señor
me recordara que solamente Él podía dirigir mis pasos (Jer 10.23).
Usamos el término “Señor” en la conversación y en nuestras oraciones,
pero luego negamos su significado al desafiar su voluntad y su obra en nuestras
vidas. Nuestra resistencia es a menudo sutil. Por ejemplo, un creyente puede
condicionar su obediencia, diciendo: “Voy a obedecer al Señor si…”, o “Quiero
hacer lo correcto, pero…”
La pregunta de Jesús a sus discípulos en Lucas 6.46 debió causarles un
profundo dolor: “¿Por qué me llamáis, Señor, Señor, y no hacéis lo que os
digo?” Cuando pidamos al Señor, debemos estar preparados para obedecerle sin
resistencia o excusas. Él es quien nos gobierna para nuestro bien.
Fuentes: En Contacto
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