(Jesús
dijo:) Yo he venido para que (las ovejas) tengan vida, y para que la tengan en
abundancia. – Juan 10:10.
Con Cristo
estoy juntamente crucificado, y ya no vivo yo, mas vive Cristo en mí. – Gálatas
2:20.
El amor a
mí mismo, la estima de mí mismo y la realización de mí mismo son valores
fuertes para muchos psicólogos y educadores. Pero estos valores siempre me
hacen pensar en mí, y tristemente corro el riesgo de estar constantemente
ocupado de mi propia persona. La Palabra de Dios me propone otro camino, uno
que me libera de mí mismo.
El no
pensar mucho en mí no significa odiarme, sino conocer el amor de Dios por mí y
por mi prójimo.
La
alternativa a la autoestima no es la denigración de mí mismo, sino más bien la
comprensión de que por más débil y opuesto a Dios que yo sea, tengo gran valor
para él.
La opción
que Dios me presenta es una vida llena de sentido. Puedo vivirla plenamente en
respuesta a la invitación de Dios, quien me pide que busque activamente su
voluntad de amor.
La
increíble verdad de que el Creador del universo haya escogido amar a los seres
humanos debería producir en mí primero el amor y la estima por Dios antes que
la estima por mí mismo, y luego el amor y la estima por los demás.
El poderoso
llamado del Evangelio para vivir en relación con el Padre revelado por Jesús
supera mucho los sueños tan mezquinos de la «realización de sí mismo». El
cristiano que conoce tal camino de paz y felicidad no se exalta ni se rebaja.
(Amen,Amen)
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