Si guardareis mis mandamientos, permaneceréis
en mi amor. Juan 15:10.
Permanecer
en la obediencia y perseverar en el amor de Jesús son dos cosas que no pueden
separarse. Sólo una vida puesta bajo el mando de Cristo puede probar que somos
objeto del gozo de nuestro Señor.
Si queremos
vivir al calor de su amor, hemos de guardar sus mandamientos. No es posible
vivir en el amor de Cristo sin alejarnos del pecado; sin la santidad, lo único
que complace al Señor, no podemos agradar a Jesús.
Quien no
tiene en alta estima la santidad, nada sabe del amor de Jesús. Este gozo
consciente del amor de nuestro Señor es la cosa más delicada. Es más sensible
al pecado que el mercurio al frío y al calor.
Cuando
poseemos un corazón tierno, y procuramos honrar a nuestro Señor Jesucristo con pensamiento,
palabras y obras, recibiremos innumerables señales de su amor.
Si queremos
perpetuar esta bienaventuranza, hemos de perpetuar la santidad. El Señor Jesús
no esconderá de nosotros el rostro mientras no apartemos el nuestro de Él.
El pecado forma
la nube que oculta nuestro Sol. Si nuestra obediencia es vigilante y nuestra
consagración total, andaremos en la luz, como Dios está en la luz y
permaneceremos tan seguramente en el amor de Jesús como Él persevera en el amor
del Padre. Dulce promesa, precedida de un «sí» solemne.
Hoy mi alma
anhela permanecer ante el Señor quieta y reposadamente.
¡Haz, Señor, que pronuncie yo este «sí», porque
con Él tendré la llave para abrir un tesoro! Amén.
Charles
Spurgeon.
Libro De
Cheques Del Banco De La Fe.
Fuentes:
Renuevo de Plenitud
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