martes, 20 de noviembre de 2012

La Fe Reconoce el Problema Pero no lo Acepta Como Tal



La fe no acepta el problema como resultado final. Podemos decir: “reconozco que estoy mal, que mi matrimonio está en crisis, que tengo pruebas, pero no lo acepto. Acepto como autoridad final lo que Dios me dijo y eso es lo que sucederá en mi vida. Lo digo y lo creo”. Algunos lo dicen pero no lo creen, y otros lo creen pero no lo dicen.

 Dios trabajará en tu declaración de fe y te levan­tará a un nuevo nivel. Muchas veces pensamos negativamente porque ya lo hemos incorporado desde nuestra infancia, porque ese era el lenguaje utilizado por nuestros padres y abuelos. Aquel que piensa en negativo vive una depresión crónica. Al principio dice: “Soy melancólico, es mi temperamento”, pero no se da cuenta de que ya esos dichos y esa forma de relacionarse se convirtieron en una costumbre.

“Con el tiempo se me va a ir”, pero el tiempo no cura las heri­das sino que las anestesia y por ende las personas viven en una frustración constante.

Dios te llamó para vivir de Gloria en Gloria y de Poder en Poder. Las personas dicen: “Me va a ir mal”, “no lo voy a lograr”, “¡ojo! te van a hacer algo malo”, “te traicionarán”, “cuidado con quién te juntás”.
Y no se dan cuenta de que pensando de esta manera no disfrutan de nada y sólo generan una perma­nente sensación de vacío y tristeza. Necesitamos saber que la negatividad es una lucha interior en contra de la felicidad. Ser feliz es tu derecho, una promesa que te pertenece, tu herencia y Dios quiere que la experimen­tes, no luches en su contra.

Aprendamos entonces cómo deshacernos de la frustración constante y de la mentalidad negativa:

1. Rompamos la Herencia Familiar Negativa que Hemos Incorporado a Nuestra Vida.

Cortemos todas las maldiciones que se declararon en nuestro círculo familiar y que hemos recibido como herencia para que no la reciban nuestros hijos.

No critiquemos a nadie, miremos sólo lo bueno, lo positivo, porque criticar a los demás activa la autocrítica y el ser exigente con otros nos hará autoexigentes.

Nos enseñaron que sufriendo lograríamos recibir lo que es­tábamos esperando, pero no es así. Nacimos para ser felices y recibir la bendición de Dios. Sé feliz, arriesgate a equivocarte, te puede ir mal en un negocio, pero Dios te llevará de su mano hacia la victoria final.

2. Cuidemos Nuestros Pensamientos.

Selecciona tus pensamientos. Dios es eterno y sus promesas se cumplirán sí o sí; lo que Él piensa se mantiene en el tiempo y así es como debemos actuar.

En un discurso hay tres niveles:

Lo que pienso.
Lo que digo.
Lo que sostengo en el tiempo.
Cada nivel tiene un poder que se sumará al siguiente: el poder de lo que digo se suma al poder de lo que pienso y si lo sosten­go en el tiempo sumará más poder. Obtendré lo que es para mí, cuando piense, diga y sostenga en el tiempo la confesión de mis labios, la confesión de fe. Esta regla funciona tanto en bendición como en maldición.

Soltar un pensamiento es sembrar una semilla en el mundo es­piritual y mantenerla en el tiempo, la hará realidad o no. No son “ideas locas” ni “delirio de grandeza”; es la siembra en el mundo espiritual que, regándola todos los días; Dios la dará por la declaración de tu boca. Pensá a lo grande, positivamente, como Dios piensa y todo será tuyo. Tus palabras y pensamientos generan tu mundo: hoy estás en el lugar que hablaste un día y mantuviste. Dios nunca te ve negativamente.

3. Rodeate de Bendición.

No importa que se burlen, sostené en el tiempo tus palabras de fe a pesar de la crisis. Hay gente que tiene miedo por eso dice: “Confesé esto, y ahora me va a pasar algo”. El ataque vendrá si la confesión negativa permanece en el tiempo. Si el enemigo te ve seguro, y te escucha seguir confesando palabras de fe en el tiempo a pesar de lo que pases, si seguís confesando victoria y bendición, terminará fastidiado y alejado, y no querrá ni tole­rará escucharte más.

Si no controlás tu hablar, si callás cuando debés hablar y hablás cuando debés callar; si no te defendés, no lograrás nada. Vida gloriosa es aprender a vivir, a hablar, a pensar y a sostener las palabras gloriosas.

Reemplazá:

Cada palabra negativa por una gloriosa.
Cada palabra de enfermedad o muerte por la de salud y vida.
Cada palabra de fracaso por victoria.
Cada palabra de desilusión por ilusión en Jesucristo.
Declará con tu boca que saldrás del lugar pequeño para llegar al espacioso. “Señor Jesús, declaro con mi boca pensamientos de prosperidad y con­fieso que seré prosperado económicamente, que nada me faltará, que tendré sobreabundancia, que no mendigaré nunca más, y cosecharé a lo grande y tendré para dar”. Dios te dio un potencial para hablar bien, mantenelo en el tiem­po hasta que sea realidad.

Extracto del libro “60 Principios de Fe” ;Por Bernardo Stamateas

Fuentes: Devocional Diario

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