¿No sabéis
que los que corren en el estadio, todos a la verdad corren, pero uno solo se
lleva el premio? Corred de tal manera que lo obtengáis. Todo aquel que lucha,
de todo se abstiene; ellos, a la verdad, para recibir una corona corruptible,
pero nosotros, una incorruptible. – 1 Corintios 9:24-25.
En la
Grecia antigua, los Juegos Olímpicos eran tan importantes que todo griego
deseaba asistir a ellos al menos una vez en su vida. No había nada que
sobrepasase la gloria de la corona olímpica. Desde 1894 los Juegos Olímpicos
siguen siendo una competición impresionante entre atletas de alto nivel, cuyo
deseo es llevarse la medalla de oro.
El apóstol
Pablo, contemporáneo de los juegos de Olimpia y Corinto, aprovechó estos
acontecimientos a fin de sacar enseñanzas para el creyente. La vida cristiana
se parece a una carrera deportiva. La meta es llegar a una plena madurez
espiritual (Efesios 4:13; Hebreos 6:1). El objetivo supremo en nuestra vida es
parecernos a Cristo.
Por la fe,
todos los verdaderos creyentes cruzarán la meta. Llegarán al cielo, en donde
serán semejantes a Cristo. Pero así como el atleta se somete a un entrenamiento
regular e intenso, respetando las reglas de su deporte, el creyente incluirá la
lectura de la Biblia y la oración en su entrenamiento espiritual cotidiano.
Debe renunciar a ciertas cosas que son un obstáculo para su vida espiritual,
rechazar las tentaciones y establecer prioridades.
El premio
que se gana no es una gloria efímera como la de una medalla deportiva. Es una
recompensa que será dada por Jesucristo a todo creyente fiel.
Fuentes:
Amen, Amen
No hay comentarios.:
Publicar un comentario
Nota: sólo los miembros de este blog pueden publicar comentarios.