“Rogad,
pues, al Señor de la mies, que envíe obreros a su mies” (Mateo 9:38).
Hace
algunos años unas personas de nuestra congregación asistieron a una conferencia
en Posadas, Misiones. Al finalizar se fueron a conocer las Cataratas del
Iguazú y allí se produjo un hecho titulado por los diarios de esa época como:
“Un curioso accidente”.
El colectivo en el que viajaban, en una curva, siguió
de largo y se precipitó por un barranco de seis metros sobre un avión que
estaba en litigio con Brasil. Las crónicas de aquel tiempo muestran un ómnibus
que se le cayó encima a un avión. La cuestión es que, gracias a Dios, no hubo
más que unos pocos heridos por el accidente. Uno de los pastores que viajaba
en el micro, Orlando Avalos, bromeaba que había llegado a la puerta del cielo y
que San Pedro lo había recibido y le había dicho: “¿Qué haces aquí? ¡Ve a
trabajar!”
El pasaje
del día de hoy tiene algunos detalles interesantes:
La palabra “enviar” es una palabra poco
cordial, básicamente significa expulsar o forzar, como en el diálogo imaginario del pastor
Orlando con el apóstol Pedro. Este término encierra la idea de que a pesar del
interés del Padre en que vayamos a la obra, los obreros son renuentes a tomar
la decisión. Parecería, ahora pensando en nosotros, que aunque deseamos
obedecer no somos muy veloces para la acción y necesitamos un incentivo para
salir a la misión.
La palabra mies significa “lo que se puede
cosechar”. Esta
define el ámbito al que somos expulsados: las calles. Podríamos acordar que el
90% de los que asisten a nuestros cultos ya han sido cosechados. En verdad, es
en las calles de nuestras ciudades, de nuestro país y de todas las naciones de
la tierra, donde la mies nos está esperando.
Jesús dice:
“Supliquen al Señor de la mies…” lo cual significa que los discípulos le
rueguen a Dios que los expulse a las calles. La oración que deberíamos hacer es
esta: “Señor, fuérzanos a salir a las calles, no nos dejes estar tranquilos,
cómodos en nuestras reuniones y en nuestros templos, no permitas que se nos
enfríe la pasión”.
Pero hay
algo más que nos dice el pasaje y es que nuestro Dios es el Señor de la mies. La
calle ya tiene dueño y es nuestro Dios. Hemos visto en algunas ciudades cómo
ciertos sectores están bajo el dominio de algún mafioso y cómo aun la policía
debe entrar con cuidado allí. El Señor de la mies es el que nos expulsa a la
mies para que tomemos lo que le pertenece. No necesitamos rogarle a la gente
que crea, debemos rogarle al Dueño de esa gente. A las personas les anunciamos
que el Dueño de ellos está reclamando su dominio sobre sus vidas. Cuando la
Iglesia deja de salir a las calles quedan zonas liberadas para el obrar del
maligno.
Cuentan que
Napoleón necesitaba un soldado para una operación suicida. Reunió por lo tanto
a su guardia personal y les explicó los riesgos de la misión y luego dijo: “No
quiero decidir quién, yo me pondré de espaldas y el que esté dispuesto a dar la
vida por su emperador, dé un paso al frente”. Así lo hizo y cuando se volvió su
rostro mostró una apenada sorpresa: “¿Cómo es que nadie está dispuesto a dar su
vida por mí?”, preguntó disgustado. “¿Nadie dio un paso adelante?”, continuó.
Un soldado contestó con su rostro fijo al frente: “No mi Señor, todos nos
hemos ofrecido como voluntarios para morir por usted, todos hemos dado ese paso
adelante”.
¡Qué
fortuna contar con personas así! ¿Seremos nosotros esa clase de gente?
Motivos de Oración.
Señor,
aceptamos hoy tu llamado a la mies.
Señor, que
como Iglesia seamos eficaces a la hora de cosechar lo que ya nos has dado.
Señor,
intercedemos por todos aquellos obreros que ya están en el campo, en especial
hoy por los argentinos que están fuera del país, para que los sostengas y
prosperes el trabajo que realizan.
Acción Práctica.
Establezcamos
actividades de confluencia con la gente. Por ejemplo, celebremos el día del
niño para los chicos de la ciudad “en la calle”. Oremos por los maestros en su
día “en las escuelas”. Salgamos de los templos. Nos sorprenderá ver cómo el
Señor ya tiene preparada la mies. Participemos de actividades que reivindiquen
valores aun cuando no las organicemos nosotros. ¡Es tiempo de que la Iglesia
salga al mundo!
Extracto del libro “40 Días de Ayuno y Oración
2012”
Por Patricia y Daniel Cattaneo
San Lorenzo, Santa Fe
Fuentes: Devocional Diario
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