La historia del rey Joás de Judá y de su tío Joiada es una prueba de
esta verdad. Joiada fue un consejero sabio que influyó sobre Joás para que
viviera una vida que honraba a Dios (2 Crónicas 24:11, 14).
El problema fue que Joás no adoptó personalmente una vida honorable.
Cuando Joiada murió, el rey «[desamparó] la casa del Señor» (v. 18) y empezó a
adorar como los paganos. Cambió por completo y se volvió tan malvado que hizo
asesinar al propio hijo de Joiada (vv. 20-22).
Tener a alguien que nos guíe a la fe y nos ayude a transformarnos a la
semejanza de Cristo puede ser bueno y útil, pero es mejor madurar personalmente
en el conocimiento del Señor y aprender a depender de la guía del Espíritu
Santo (Gálatas 5:16). Esto significa aplicar la fe de manera personal.
La fe de otros estimula; la propia transforma.
(Nuestro Pan Diario)
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