Leer |
Efesios 1.3-9 | Piense en una pareja de ancianos viviendo en una casa en
ruinas, que apenas pueden permitirse comprar algo de comida y medicamentos. Ni
siquiera tienen dinero suficiente para mantener la calefacción durante los
meses de frío.
Luego, poco
después de que ambos han muerto, se descubre un enorme yacimiento de petróleo
bajo su humilde vivienda. Todos sus años de pobreza los vivieron encima de una
riqueza sin explotar.
Lamentablemente,
muchos cristianos pasan la vida como esa pareja de ancianos. Han reducido el
cristianismo a sus elementos más básicos: Dios me salvó y un día iré al cielo.
Aunque Jesús ofrece vida abundante ahora mismo (Jn 10.10), no la están
viviendo. Los creyentes espiritualmente pobres no aprovechan el reservorio de
la gracia de Dios. La eternidad comienza en el momento que somos salvos; no hay
que esperar llegar al cielo para disfrutar de las riquezas del Señor.
Dios ha
prodigado su gracia a los creyentes. Recibimos justificación, libertad del
legalismo, y una unión inquebrantable con nuestro Padre celestial. A cambio de
eso, Él desea que invirtamos tiempo y energías en nuestra relación con Él.
Cuando lo hacemos, todo lo que Él ofrece se derrama generosamente en nuestras
vidas. Nuestra relación con Él hace posible que tengamos gozo, contentamiento y
bendiciones.
La
verdadera riqueza no se mide por la cuenta bancaria o el automóvil. Como
coherederos con Cristo (Ro 8.17), tenemos acceso a las riquezas de Dios, las
cuales incluyen gozo inefable, amor incondicional, y una paz más allá de toda
comprensión.
(En
Contacto)
No hay comentarios.:
Publicar un comentario
Nota: sólo los miembros de este blog pueden publicar comentarios.