LEA: Salmo
130 | Día tras día y durante años, Enrique le hablaba al Señor de su
preocupación por su yerno Juan, el cual se había alejado de Dios. Pero, al
tiempo, Enrique murió. Meses más tarde, Juan volvió al Señor. Cuando su suegra
le dijo que Enrique había orado por él todos los días, Juan respondió: «Esperé
demasiado». No obstante, ella replicó gozosa: «El Señor sigue contestando las
oraciones que él hizo durante su vida terrenal».
La historia
de Enrique es alentadora para quienes oramos y esperamos. Él permaneció
«[constante] en la oración» y esperó con paciencia (Romanos 12:12).
El autor
del Salmo 130 experimentó lo que significa esperar en oración. Declaró: «Esperé
yo al Señor, esperó mi alma» (v. 5). Encontró esperanza en Dios porque sabía
que «en el Señor hay misericordia, y abundante redención con él» (v. 7).
El autor
Samuel Enyia escribió sobre el tiempo del Señor: «Dios no depende de nuestro
tiempo. Nuestro tiempo es cronológico y lineal, pero Dios […] es atemporal.
Actuará cuando se cumpla el tiempo establecido por Él. Nuestra oración […] no
necesariamente apresura al Señor para que actúe, pero […] nos coloca en
comunión con Él».
¡Qué
privilegio tener comunión con Dios en oración y esperar la respuesta hasta que
el tiempo del Señor se haya cumplido!
Dios tal
vez demore en contestarnos, pero nunca frustrará nuestra confianza.
(Nuestro
Pan Diario)
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