Leer | Salmo 37.7 | Solemos escuchar un popular llamado a la acción: “No
te quedes ahí parado —¡haz algo!” Pero hay un peligro inherente en esta manera
de pensar, si tratamos de introducirla a la fuerza en nuestra vida espiritual.
En algún rincón de nuestra mente, escuchamos: “Ayúdate, que yo te
ayudaré”. En efecto, muchos cristianos creen que este consejo se encuentra en
la Biblia, cuando no es así.
En realidad, esta afirmación es totalmente contraria a la Palabra de
Dios, que en vez de eso nos dice: “Estad quietos, y conoced que yo soy Dios”
(Sal 46.10). El Padre celestial sabe que no podemos ayudarnos a nosotros
mismos. Esa es precisamente la razón por la que envió a su Hijo a morir —porque
éramos totalmente impotentes para mejorar nuestra condición pecaminosa (Ro
5.8).
Al mismo tiempo que busquemos hacer la voluntad de Dios, no debemos
olvidar su llamado fundamental a la quietud delante de Él. Cuando estamos
quietos en su presencia y enfocados en Él, nos ponemos en la posición más dócil
para aprender.
¿Está usted demasiado ocupado tratando de equipararse con Dios? Renuncie
a sus esfuerzos y simplemente estese quieto. Lo que descubra en la quietud
puede revolucionar su llamamiento.
(En Contacto)
No hay comentarios.:
Publicar un comentario
Nota: sólo los miembros de este blog pueden publicar comentarios.