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Mateo 18.21-35 | El conflicto es parte de la vida. Puede originarse por
malentendidos, una diferencia de opinión o convicciones profundas. Pero, con
frecuencia, el desacuerdo se debe a la envidia, el orgullo o a la ambición de
poder.
Nadie puede
controlar la respuesta de la otra persona al conflicto; somos responsables solo
de nuestra reacción. Pero
lamentablemente, muchas personas responden de manera equivocada frente al
conflicto. Algunos ignoran el problema o fingen que no existe. Otros echan la
culpa a otros para defenderse a sí mismos.
Estas
respuestas indican, a menudo, algunos problemas. Primero, heridas del pasado
que pueden haber dejado a la persona insegura e incapaz de manejar las
críticas. Segundo, perfeccionismo que puede hacer que la persona se fije
estándares tan elevados que le resulte imposible estar a la altura de ellos, y
por tanto no pueda ver sus errores. Por último, orgullo que le impida reconocer
cuándo se equivoca o pedir perdón.
A menos que
respondamos correctamente al conflicto, limitaremos nuestro potencial para
crecer porque no estamos aprendiendo lo que el Señor enseña.
Pero hay
una manera positiva de manejar el conflicto. Lucas 23.34 revela cómo respondió
nuestro Salvador cuando fue acusado y juzgado injustamente, y llevado a la
muerte por algo que Él no había cometido. El Señor Jesús oró, diciendo: “Padre,
perdónalos, porque no saben lo que hacen”.
¿Cómo
maneja usted las acusaciones y las críticas? El perdón es la única respuesta
que evitará que se convierta en víctima del resentimiento.
(En
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