sábado, 21 de enero de 2012

Cuando Dios sonríe



 “Porque nadie puede poner un fundamento diferente del que ya está puesto, que es Jesucristo”. 1° Corintios 3:11.


Hay quienes pasan por una fase de querer hacer algo “grande” por Dios, como algo digno de un galardón y en medio del deseo, está el conflicto entre la definición humana del éxito y la perspectiva de Dios al respecto.

Un día cuando buscaba describir cómo define Dios lo “grande”, me encontraba en un pueblito del estado de Minnesota; un lugar muy distinto de la gran ciudad de Atlanta, donde acababa de dar una charla a un numeroso grupo de administradores.

El hotel donde estaba entonces, también era muy distinto. El salón para los entrenamientos olía a moho y había muchos muebles arrimados a la pared de atrás. Me dijeron que ya estaba listo para la charla y me dieron escalofríos. Así que examiné bien el lugar y decidí que tal vez con unos manteles no se vería tan mal. Me trajeron unos muy arrugados y procedí a plancharlos yo mismo. No queda de más mencionar que lo hice con mala actitud.

Empecé a cuestionar lo que hacía en este pequeño pueblo y salón. Me sentí aislado y muy insignificante, pero ahora estoy agradecido de que el Señor decidiera ayudarme a entender todo desde su perspectiva.

Era un día nublado y frío; sin embargo, sentí el calor de Dios sobre mí. Él tenía mi atención. Ahí mientras planchaba, pude sentir la sonrisa de Dios en mi alma. Fue en ese instante que sentí como que me decía: “Lo que estás haciendo ahora me hace feliz”.

Mi pregunta fue contestada y fue inesperado. No hacía nada grandioso, pero servir a otros parecía ser importante para el Señor. En ese momento observé que esta obra que yo determinaba insignificante y que no iba a ser vista por otros, era notada por Dios.

La sonrisa de Dios me ayudó a ver lo que es realmente importante. Cuando lo que tenemos lo usamos para mostrar el amor a otros, se produce un buen fruto, siempre que tengamos el fundamento de Cristo. Eso es un servicio grande en el reino de Dios.

Oración:

Señor, enséñame a mirar los acontecimientos que ocurren en mi vida desde una perspectiva diferente, en la que sienta que te agrado y que hago tu voluntad. Hazme sentir que estas cerca y que me sonríes con agrado. En el nombre de Jesús. Amén.

Escrito por Debbie Rodgers. Escritora invitada
Fuentes: Club 700

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