Por Tanya Brizuela- Antropóloga
La gran mayoría de los seres humanos tiene como meta alcanzar la
felicidad y la plenitud tanto a nivel familiar como personal. Sin
embargo, es probable que en este plan de vida trazado fracasemos en
algunas ocasiones, no se debe ser adivino para vaticinarlo, es parte de
la naturaleza humana incurrir en desaciertos, un refrán popular lo
explica de la siguiente manera: “errar es humano”.
No obstante, el que fallemos en reiteradas ocasiones a lo largo de la
vida no nos sentencia bajo el cargo de “ser fracasados”. Por el
contrario, los desaciertos en los que incurramos deberían ser una
oportunidad de crecimiento. De manera que, es relevante reflexionar cómo
una caída puede ser utilizada para el desarrollo personal, y no como un
factor destructivo de nuestra autoestima y nuestros sueños.
Según el diccionario de la Real Academia Española, un fracaso es un
resultado adverso, un suceso lastimoso. Si bien existen pequeños errores
que podemos enmendar sin mayores consecuencias, el equivocarse
gravemente en una decisión importante, y sobrellevar el resultado
adverso de ella, es doloroso, nos desestabiliza, lastima y
momentáneamente nos hace detenernos para recuperar el aliento y tomar
fuerza nuevamente. Ahora bien, la actitud de desmoronarse
irremediablemente ante ésta situación, o bien tomar la decisión de
continuar, recae en nosotros.
El primer paso para continuar, a pesar de una dolorosa caída, es aceptar
con humildad que se cometieron errores que tuvieron como consecuencia
el mal logro de la empresa propuesta. Si no admitimos, por ejemplo, que
hemos errado al renunciar al trabajo apresuradamente, sin medir las
secuelas, estaremos propensos a cometer la misma falta reiteradas
ocasiones.
Si bien existen circunstancias adversas que en algunas ocasiones no
podemos prever, como el ser despedidos poco tiempo después de cambiar a
lo que parecía una mejor opción laboral; de igual manera es necesario
que nos sentemos a evaluar con humildad la situación, esto nos ayudará a
considerar otros factores que la primera vez obviamos, y seremos más
precavidos en el futuro. Lo cierto es que sea por una mala decisión, o
por factores externos, sufrir un resbalón en la construcción de nuestros
sueños, aunque nos desaliente, no debería detenernos.
En relación a lo anterior, un fracaso que se experimenta comúnmente se
da cuando decidimos abandonar un mal hábito. Debemos de tomar en cuenta
que las probabilidades de fallar existen porque cambiar requiere
disciplina, esfuerzo y perseverancia. Por ejemplo, cuando la meta es
dejar de fumar o no gritarle a las personas amadas, es probable que en
el proceso de cambio se reincida. Rendirnos después de fallar
repetidamente es común, porque nos enfocamos en aquello que no hemos
logrado, en lugar de observar el progreso alcanzado. No obstante, cuando
recaemos en las viejas prácticas no debemos desanimarnos, sino
calmarnos, tomar la decisión de aprender del error y empezar de nuevo el
proceso.
Sin caer en la autojustificación, ni en el conformismo, debemos observar
lo que hemos mejorado, como una forma de motivarnos para continuar
creciendo. Debemos valorar el progreso, ya que al igual que un músico
experto, o un futbolista profesional, debemos esforzarnos y practicar
hasta alcanzar el éxito. Los profesionales que ahora admiramos por su
gran desempeño, antes de ser expertos fallaron –y aún fallan-.
Para que los fracasos se tornen en oportunidades de crecimiento personal, podemos considerar los siguientes consejos:
Tomemos la decisión de aprender: Nuestra vida está
compuesta por las diferentes decisiones que hemos tomado, por esto, al
fallar y sentir las consecuencias de nuestro desacierto, es importante
que en lugar de desanimarnos por tiempo indefinido, decidamos aprender,
levantarnos y volver a luchar por nuestras metas con un plan diferente.
De esta forma, no nos dejaremos vencer por el dolor, ni nos sumiremos en
lamentaciones por metas que no se han podido alcanzar, sino que después
de reflexionar en las causas que nos llevaron al fracaso, caminaremos
con la mirada hacia el futuro (Ulate, 2006).
Elaboremos un nuevo plan: Se deben tomar decisiones que
corrijan el curso de nuestro camino, y elaborar nuevos planes de
acuerdo a realidad que se vive. Construir caminos innovadores que tomen
en cuenta las nuevas circunstancias nos ayudará a desarrollar un
proyecto de vida satisfactorio, al reajustar metas y sacar el mayor
provecho de las circunstancias adversas al proyecto de vida inicialmente
planeado (Ulate, 2006).
No tengamos temor a equivocarnos de nuevo: El miedo a
fracasar puede ser tan dañino como el tomar decisiones apresuradas, ya
que si el decidir irreflexivamente puede dirigir nuestra vida por una
senda no deseada, tener miedo a equivocarnos puede paralizarnos, dejando
nuestra vida en una espera indefinida. Si no tomamos las decisiones que
debemos tomar, en algunas ocasiones nuestro entorno lo hará por
nosotros, dejándonos a la deriva y sin dominio de nuestra propia vida. O
bien viviremos recordando victorias pasadas y errores cometidos. Por lo
tanto, a pesar de la importancia de la reflexión antes de arriesgarnos,
lo importante es seguir adelante en la construcción de una vida plena.
No permitamos que las experiencias y relaciones negativas nos definan:
Ante todo, no permitamos que las circunstancias, el entorno, e incluso
otras personas determinen quiénes somos y cómo debemos vivir. Tomemos
decisiones conscientes y reflexivas de qué queremos hacer con nosotros
mismos, ya que seguimos siendo los responsables por el don de la vida
que nos fue otorgado (Ulate, 2006).
Lo cierto es que en alguna ocasión experimentaremos un resultado
adverso, por lo que debemos estar preparados para aprender y levantarnos
del tropiezo. Lo más prudente es tomar las medidas necesarias para
evitar un fracaso, sobre todo en las decisiones que modifican nuestra
vida como matrimonio, carrera profesional, trabajo, hijos, etc. Estas
decisiones merecen una reflexión concienzuda. Sin embargo, al fallar, lo
mejor que podemos hacer es no rendirnos, analizar los motivos que nos
llevaron a caer, y evitarlos la siguiente oportunidad. Recordemos que
los fracasos nos ayudan a crecer en lo personal, y nos recuerdan que no
somos infalibles, que necesitamos a otros y que plenitud no significa
ausencia de desaciertos, sino el disfrute de la vida por medio de una
relación cercana con Dios y con las personas significativas.
Bibliografía
De Mézerville, Claire (2006): ¿Cómo elaborar mi proyecto de vida? San José, Costa Rica: Enfoque a la Familia.
Ulate, Maritza (2006): El camino de la vida. San José, Costa Rica: Enfoque a la Familia.
Holland, Rafael L. (2003): Ocho maneras seguras de fracasar… y cómo evitarlas. Estados Unidos: Casa Creación
Hartley, Fred (1985): Resbalones. Convierte tus fracasos en victorias. Florida, Estados Unidos: Editorial Vida.
Fuentes: Enfoque a la Familia
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