Por Julio
César Clavijo Sierra | "En
aquella misma hora aparecieron los dedos de una mano de hombre, que escribía
delante del candelero sobre lo encalado de la pared del palacio real, y el rey
veía la mano que escribía" (Daniel 5:5).
Daniel
capitulo 5, nos habla de la última noche del imperio neobabilónico o caldeo
(destrucción que llegó aproximadamente en el 539 a.C.), y nos informa que en
una fiesta llena de idolatría, de embriaguez y de desbordamiento pasional, el
rey Belsasar de Babilonia, lleno de aires de grandeza, hizo que se sirviera
vino en los vasos sagrados de plata y de oro que su padre Nabucodonosor había
traído cuando saqueó el templo de Dios en Jerusalén.
“Bebieron
vino, y alabaron a los dioses de oro y de plata, de bronce, de hierro, de
madera y de piedra” (Daniel 5:4).
Después de
haber profanado esos vasos sagrados, unos dedos como de una mano de hombre
aparecieron y escribieron sobre lo encalado de la pared del palacio real, las
palabras "Mene, Mene, Tekel u-Pharsin", situación que turbó y llenó
de un gran miedo al rey Belsasar.
Ninguno de
los magos, adivinos o astrólogos del reino, pudo leer ni tampoco interpretar la
inscripción. Fue en ese momento que se acordaron que Daniel podría
interpretarla, y entonces el rey mandó a que lo trajesen. Básicamente, dicha
profecía aclaraba que Babilonia iba a ser destruida, entre otras cosas por no
honrar ni reconocer al Dios de Israel, por una acrecentada soberbia y orgullo,
y por la idolatría (al honrar a dioses de plata y oro, de bronce, de hierro, de
madera y de piedra, que ni ven, ni oyen, ni saben).
“17
Entonces Daniel respondió y dijo delante del rey [Belsasar]: Tus dones sean
para ti, y da tus recompensas a otros. Leeré la escritura al rey, y le daré la
interpretación. 18 El Altísimo Dios, oh rey, dio a Nabucodonosor tu padre el
reino y la grandeza, la gloria y la majestad. 19 Y por la grandeza que le dio,
todos los pueblos, naciones y lenguas temblaban y temían delante de él. A quien
quería mataba, y a quien quería daba vida; engrandecía a quien quería, y a
quien quería humillaba. 20 Mas cuando su corazón se ensoberbeció, y su espíritu
se endureció en su orgullo, fue depuesto del trono de su reino, y despojado de
su gloria. 21 Y fue echado de entre los hijos de los hombres, y su mente se
hizo semejante a la de las bestias, y con los asnos monteses fue su morada.
Hierba le hicieron comer como a buey, y su cuerpo fue mojado con el rocío del
cielo, hasta que reconoció que el Altísimo Dios tiene dominio sobre el reino de
los hombres, y que pone sobre él al que le place. 22 Y tú, su hijo Belsasar, no
has humillado tu corazón, sabiendo todo esto; 23 sino que contra el Señor del
cielo te has ensoberbecido, e hiciste traer delante de ti los vasos de su casa
[del templo de Dios en Jerusalén], y tú y tus grandes, tus mujeres y tus
concubinas, bebisteis vino en ellos; además de esto, diste alabanza a dioses de
plata y oro, de bronce, de hierro, de madera y de piedra, que ni ven, ni oyen,
ni saben; y al Dios en cuya mano está tu vida, y cuyos son todos tus caminos,
nunca honraste. 24 Entonces de su presencia fue enviada la mano que trazó esta
escritura. 25 Y la escritura que trazó es: MENE, MENE, TEKEL, UPARSIN."
(Daniel 5:17-25).
En este
punto, hay prácticamente un acuerdo en que la inscripción "Mene, Mene,
Tekel u-Pharsin", fue escrita en idioma arameo (la lengua de medo-persia,
el pueblo que invadió y derrotó a Babilonia). La dificultad que tuvieron los
"sabios" de Babilonia para entender la inscripción, obedece a que en
Babilonia se hablaba caldeo.
La
inscripción interpretada por Daniel, puede ser literalmente traducida
"números, números, pesadas y divisiones". En traducción dinámica, las
palabras corresponden a medidas de peso y moneda: "una mina, una mina, un
shekel y medio".
En las
siguientes graficas tenemos una buena ilustración de este asunto.
"Daniel
mostró su habilidad al conceder a estas palabras una interpretación de acuerdo
con las circunstancias del momento. En el versículo 28, vemos que al dar Daniel
la interpretación, "Peres" se encuentra en lugar de
"u-pharsin". La “U” en upharsin es simplemente "y". Parsin
(que está escrito pharsin cuando precede a una vocal) es el plural de
Peres". [1] Esa es la razón por la cual aparece primero "parshim"
y luego "peres".
La interpretación
de Daniel fue:
“26. MENE:
Contó Dios tu reino, y le ha puesto fin.
27 TEKEL:
Pesado has sido en balanza, y fuiste hallado falto.
28 PERES:
Tu reino ha sido roto, y dado a los medos y a los persas”
(Daniel
5:26-28).
La
interpretación de Daniel se cumplió esa misma noche, pues el reino de Babilonia
fue destruido, y los Medos y los Persas se establecieron como la nueva potencia
mundial.
"30 La
misma noche fue muerto Belsasar rey de los caldeos. 31 Y Darío de Media tomó el
reino, siendo de sesenta y dos años" (Daniel 5:30-31)
Algún
tiempo después, los Medos y los Persas establecieron el arameo como el idioma
mundial de su época.
"Alrededor
del año 500 AC, Darío I estableció el arameo como lengua oficial en la mitad
occidental del Imperio Persa Aqueménida. El dialecto local del arameo oriental
ya era utilizado en aquel tiempo por los burócratas de Babilonia, por lo que el
edicto de Darío colocó al arameo sobre una base sólida. El nuevo arameo
imperial fue grandemente estandarizado, su ortografía se basó más en sus raíces
históricas que en la pronunciación de cualquier dialecto hablado, en tanto la
influencia del persa le dio una nueva claridad, flexibilidad y robustez. El
Arameo Imperial es también conocido como Arameo Oficial o Arameo Bíblico.
Durante siglos después de la caída del Imperio Aqueménida en 331 AC ante
Alejandro Magno, el Arameo Imperial, como fuera establecido por Darío, permaneció
como lenguaje dominante de la región" [2]
Sobre este
mismo asunto de la caída de Babilonia había también profetizado mucho tiempo
atrás el profeta Isaías, al escribir:
“17 He aquí
que yo despierto contra ellos a los medos, que no se ocuparán de la plata, ni
codiciarán oro. 18 Con arco tirarán a los niños, y no tendrán misericordia del
fruto del vientre, ni su ojo perdonará a los hijos. 19 Y Babilonia, hermosura
de reinos y ornamento de la grandeza de los caldeos, será como Sodoma y
Gomorra, a las que trastornó Dios. 20 Nunca más será habitada, ni se morará en
ella de generación en generación; ni levantará allí tienda el árabe, ni
pastores tendrán allí majada; 21 sino que dormirán allí las fieras del
desierto, y sus casas se llenarán de hurones; allí habitarán avestruces, y allí
saltarán las cabras salvajes. 22 En sus palacios aullarán hienas, y chacales en
sus casas de deleite; y cercano a llegar está su tiempo, y sus días no se
alargarán”. (Isaías 13:17-22).
Hasta el
día de hoy, el lugar donde se levantaba imponente la antigua ciudad de
Babilonia, está convertida en un desierto árido. El juicio de Dios se cumplió y
llegó con toda su indignación sobre Babilonia.
Aun cuando
en el libro de Daniel vemos el cumplimiento inmediato de esta profecía, no obstante,
la misma también nos enseña que al final de los tiempos, el reino de las
tinieblas, aun por fuerte que parezca ahora, dejará de existir a causa de sus
vicios y de su rebelión contra Dios.
“En la
Biblia, Babilonia es mucho más que una ciudad ¡Es un espíritu! Es el espíritu
de Nimrod. Se trata de una rebelión. Es una rebelión contra todo lo que es
bueno, contra Dios mismo. Es la búsqueda de la gloria propia, un egocentrismo
que busca solo lo individual, es un espíritu de esclavitud. El espíritu de Babilonia
es una pasión que afecta a otros con las mismas prácticas corruptas y
pensamientos que han afectado al propio ego. No se contenta con corromper a uno
solo, pues dicho espíritu se propone seducir y esclavizar a otros que
voluntariamente decidan someterse a su incitación…
Sin
embargo, Dios tendrá la última palabra, y la victoria definitiva. Apocalipsis
18:11-13 muestra la desaparición de esa gran Babilonia que mercadeaba con las
almas de los hombres. “Y los mercaderes de la tierra lloran y hacen lamentación
sobre ella, porque ninguno compra más sus mercaderías; mercadería de oro, de
plata, de piedras preciosas, de perlas, de lino fino, de púrpura, de seda, de
escarlata, de toda madera olorosa, de todo objeto de marfil, de todo objeto de
madera preciosa, de cobre, de hierro y de mármol; y canela, especias
aromáticas, incienso, mirra, olíbano, vino, aceite, flor de harina, trigo,
bestias, ovejas, caballos y carros, y esclavos, almas de hombres…
Gálatas 6:7
proclama, “no os engañéis, Dios no puede ser burlado…” La sentencia sobre
Babilonia se cumplirá. Apocalipsis 18:2 dice, “Ha caído, ha caído la gran
Babilonia”. Ella no podrá levantarse de nuevo. Apocalipsis 18:14 dice, “...y
nunca más la hallarás”. [3]
El
cumplimiento de la destrucción del antiguo imperio de Babilonia en los días de
Belsasar, y el hecho de que no se haya vuelto a levantar jamás sino que su
lugar sea desierto, es una advertencia profética que nos debe motivar a escapar
de este sistema mundial siniestro, que se ha rebelado contra Dios.
“Y oí otra
voz del cielo, que decía: Salid de ella [de Babilonia], pueblo mío, para que no
seáis partícipes de sus pecados, ni recibáis parte de sus plagas” (Apocalipsis
18:4).
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