Por Enrique
Monterroza | “Someteos unos a otros en
el temor de Dios.
Las casadas estén sujetas a sus propios
maridos, como al Señor; porque el marido es cabeza de la mujer, así
como Cristo es cabeza de la iglesia, la cual es su cuerpo, y él es su Salvador.
Así que, como la iglesia está sujeta a Cristo,
así también las casadas lo estén a sus maridos en todo”. Efesios 5: 21-24
Siempre he
dicho que para pelear se necesitan dos. Todos aquellos que estamos casados
hemos experimentado en algún momento de nuestro matrimonio alguna discusión en
algunos casos tal vez un poco fuerte y en otros no tanto. Pero todos aquellos
que estamos casados lo hemos experimentado y el que diga que no, entonces es el
primer mentiroso de la lista, ya que aun cuando fue algo insignificante como el
planchado de una camisa, pero lo hemos tenido.
Ahora bien,
¿Qué pasa cuando esas discusiones son airadas?, definitivamente la voluntad de
Dios es que nuestros matrimonios sean bendecidos y el gobernante sea El. Pero
hay momentos en los que a uno o a otro se le olvida todo eso, tal vez por el arrancón
de enojo que tuvo y dijo palabras que luego se arrepentirá de haberlas dicho.
Cuando nos
casamos lo hicimos porque amábamos a nuestra esposa, (eso espero) y queríamos
vivir toda la vida con ella y formar una linda familia, lastimosamente muchos
hombres hoy en día olvidan rápidamente el amor que un día tuvieron antes de
llegar al matrimonio. Hay hombres que golpean a sus esposas, otros que las
insultan y otros que aunque con palabras tal vez no tan exaltadas, pero que
dejan un dolor muy grande en las vidas de sus esposas.
Pero
también está la contraparte, aquellas mujeres que no les gusta sujetarse a su
esposo, aquellas mujeres que no les gusta quedarse calladas y que responden a
cada cosa que su esposo les dice. Esta clase de mujer no está atendiendo a la
Palabra de Dios que habla acerca de estar sujeta a su esposo.
A mí me
gusta ser justo y lo más justo sería que cada uno pudiera sujetarse al otro,
¿Por qué la palabra de Dios dice: “someteos unos a otros”?, simple, porque nos
habla que para estar en armonía cada uno tiene que dar su brazo a torcer.
Lastimosamente
hay matrimonios que los dos luchan por tener la razón y no les gusta perder,
esta clase de actitudes hacen que hayan peleas frecuentes, discusiones airadas
y hasta futuros divorcios.
Dios quiere
que entendamos que la mejor forma de llevar un matrimonio que agrade a Dios es
someterse el uno al otro. Que la esposa no trate de discutir por cosas
insignificantes o temas que no tienen importancia y que el esposo sepa que como
cabeza de hogar debe de tratar a su mujer como a vaso frágil. Si las dos partes
entendieran el rol que Dios quieren que lleven en un matrimonio evitarían
muchas discusiones que lejos de bendecidlos están causándoles daños emocionales
y hasta espirituales.
Para pelear se necesitan dos, ¿Estas tu en la
disponibilidad de pelear o de agradar a Dios?, tú eliges.
No hay comentarios.:
Publicar un comentario
Nota: sólo los miembros de este blog pueden publicar comentarios.