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FILIPENSES 2.1-11 | Los hijos son un regalo del Señor (Sal
127.3-5). Como resultado, la maternidad es un gran privilegio, pero también es
sinónimo de servicio. Cada día, la mujer está llamada a atender abnegadamente
las necesidades de su familia. Ya sea atendiendo a un bebé a altas horas de la
noche, dedicando tiempo y dinero en unos adolescentes poco agradecidos, o
preparando comidas. Las madres están continuamente poniendo a otros antes que a
sí mismas.
A veces,
este servicio puede ser agotador e incluso desalentador. Pero las madres pueden
encontrar ánimo en Jesús. Juan 13.3-16 nos da un excelente ejemplo de servicio:
al arrodillarse para lavar los pies de sus discípulos, el Señor mostró que la
clave del liderazgo auténtico es la humildad. Y es la humildad lo que lleva a
la recompensa eterna.
A menos que
una madre esté dispuesta a doblegarse y hacer sacrificios, perderá las
verdaderas riquezas de la maternidad. Al morir a sus propios deseos y volcar su
vida en otras personas, se vuelve como Cristo y crea un legado que pasará de
generación en generación. ¿Qué mayor bendición podría desear una madre? Por
supuesto, la motivación para servir a los demás no debe ser el obtener algún
beneficio; sin embargo, cuando las madres obedecen el plan de Dios para sus
vidas, eso es lo que sucede.
Al darles
hijos, Dios coloca a las mujeres en una posición privilegiada de liderazgo y
servicio. Las llama a renunciar a sus vidas por el bien de otros —a abandonar
sus propios deseos y a poner los intereses de sus hijos primero.
(En
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