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MATEO 22.35-40 | Jesús dijo a sus discípulos: “Todas las cosas
que queráis que los hombres hagan con vosotros, así también haced vosotros con
ellos” (Mt 7.12). A este código de conducta se le conoce, por lo general, como
la regla de oro.
En teoría,
estamos de acuerdo en que es un buen precepto, sin embargo, nos resulta difícil
cumplirlo. Si hiciéramos una lista de las maneras que esperaríamos ser
tratados, y luego la comparáramos con nuestra propia conducta, probablemente no
daríamos la talla.
Por
supuesto, es fácil amar a quienes nos tratan bien. Pero ¿cómo respondemos
cuando somos ofendidos? La verdad es que el Señor nos manda a amar todo el
tiempo. No importa cómo seamos tratados, debemos pensar en las cualidades que
valoramos —lealtad, confianza, perdón y aceptación.
Lamentablemente,
nuestra sociedad estimula el egoísmo, la codicia y el orgullo, que son enemigos
del amor que Jesús ordenó. Pero cuando nos preocupamos por los demás de la
manera que el Señor dicta, las relaciones pueden hacerse más profundas y
crecer.
Tratar a
los demás con esta clase de amor no es natural ni fácil. En realidad, amar como
Jesús mandó es imposible humanamente. Pero cuando confiamos en Cristo como
nuestro Salvador, el Espíritu Santo nos da fuerzas (Gá 2.20).
Dedique
tiempo para pensar en las maneras en que espera que los demás le traten. Ahora
pregúntese: ¿Es así como yo trato a la gente? Pídale a Dios que le revele un
aspecto en el que Él quiera ayudarle a poner en práctica la regla de oro.
(En
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