LEA: Lucas 2:41-52 | Crecí
en un pueblo pequeño, sin gente famosa ni calles transitadas, y con poco que
hacer. Sin embargo, siempre he estado agradecida por mi crianza tranquila y sin
complicaciones.
Una noche, mientras mi esposo y
yo asistíamos a una cena de negocios, una mujer que acabábamos de conocer me
preguntó de dónde era. Cuando se lo dije, preguntó: «¿No te avergüenza
reconocerlo?». Como no sabía si estaba bromeando, simplemente respondí: «No».
Aunque a mi pueblo a veces lo
despreciaban por su falta de refinamiento, tenía cosas importantes. Mi familia
formaba parte de una comunidad cristiana en la cual los padres criaban a sus
hijos «en disciplina y amonestación del Señor» (Efesios 6:4).
Jesús también creció en un
pequeño pueblo: Nazaret. Un hombre llamado Natanael preguntó: «¿De Nazaret
puede salir algo de bueno?» (Juan 1:46). Jesús demostró que la respuesta es
«sí». Aunque creció en un lugar insignificante, fue la persona más importante
de la historia.
La experiencia me ha enseñado
(y las Escrituras lo confirman) que lo importante no es dónde crecimos, sino
cómo lo hemos hecho. A veces, nos sentimos insignificantes en comparación con
personas refinadas procedentes de lugares destacados. Pero para Dios, somos
importantes, y Él puede fortalecer nuestro espíritu y llenarnos de su
sabiduría.
Aquello que llegamos a ser es
más importante que nuestro lugar de procedencia.
(Nuestro Pan Diario)
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