Una medalla
Fields es la más prestigiosa distinción para un matemático. Cuando en el año
2002 Laurent Lafforgue la recibió, toda la atención se centró en él. Pero, para
sorpresa de muchos, Laurent Lafforgue era un verdadero creyente. Estas fueron
sus palabras: «Mi relación con Dios es poco emocional; la razón desempeña un
papel muy importante. Busco lo más profundo, lo más importante».
A la
inversa de los que sólo ven oposición entre ciencia y fe, el matemático ve
sobre todo semejanzas: «La fe, dice él, tiende a la verdad, y la ciencia
también. No se puede investigar sin creer en la existencia de la verdad. Las
matemáticas no las hace uno solo, sino colectivamente. Es igual que la fe, uno
no puede vivirla solo… En matemáticas, nunca hay que perder de vista los
problemas centrales; lo mismo sucede en cuanto a la fe: siempre tuve el
profundo sentimiento de que existe lo más esencial de todo: Cristo. Creo poder
decir: Amo a Cristo. Amo a la persona de Cristo».
Nos agrada
leer el testimonio de un hombre erudito, pero el testimonio del hombre más
sencillo también tiene su valor. La fe cristiana es universal. Hombres y
mujeres de todos los países y culturas la han recibido: personas instruidas y
personas ignorantes, pobres y ricos, niños, adultos y ancianos, científicos y
artistas.
“¿Me
amas?”, preguntó el Señor Jesús a Pedro. Que podamos responderle: “Sí, Señor;
tú sabes que te amo” (Juan 21:16).
Tú fuiste
inmolado, y con tu sangre nos has redimido para Dios, de todo linaje y lengua y
pueblo y nación. – Apocalipsis 5:9.
(Amén-Amén)
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