miércoles, 1 de mayo de 2013

Carta de un necesitado



¡Señor cuanto te necesito! Puedo notar fácilmente lo lejos que me encuentro de ti y lo triste que me siento. Yo no quisieras estar así y a veces he intentado buscarte sin embargo el cansancio o la rutina me hace desistir de mis intentos.

 El otro día note lo necesitado que estaba, cuando alguien me hablo de una forma incorrecta respondí de la forma que menos pensé hacerlo. Mi vocabulario está cambiando y esas es señal que me estoy alejando.

El otro día reaccione de una forma inadecuado a algo tan sencillo de tratar, deje que mis impulsos gobernaran mis acciones y me di cuenta que ya no soy tan manso como solía ser cuando pasaba tiempos a solas contigo y mi carácter mejoraba, sin embargo ahora me he dejado dominar por mis impulsos y ellos me hacen reaccionar no como tu hijo, sino como un total desconocido.

¡Ay Señor! ¡Cuánto te necesito!, a veces he orado y no te he sentido, se que estas siempre allí sin embargo mi mente me hace pensar que no merezco tu presencia y muchos menos que inclines tu oído para escuchar mi oración.

He tratado de leer tu Palabra y ya no siento el mismo gusto que antes sentía, a veces creo que lo es todo, que no hay nada que pueda aprender o que alguien me pueda enseñar, ¡Ay Dios! ¡Cuánto te necesito! He perdido mi humildad, he dejado de ser como un niño para convertirme en un “adulto” sabelotodo.

Te sirvo Señor sin embargo siento que no lo hago con la misma intención de antes. Recuerdo cuando oraba antes de cada servicio, recuerdo como me preparaba tan minuciosamente, recuerdo lo importante que era para mí hacer el trabajo que me habías encomendado, sin embargo me miro hoy en día y me doy cuenta que lo hago solo por hacerlo, que todo se ha convertido en una rutina y he dejado escapar aquella pasión que un día existió en mi corazón por hacer tu obra.

¡Dios te necesito!, lo puedo notar en cada detalle, no soy el mismo, no soy el que tu quieres que sea, me he dejado manipular por mis pensamientos de derrota, por esos pensamientos negativos que me predican que no soy merecedor de ti, a veces he pensado en alejarme porque no soy digno de ti, pero cada vez que lo intento tu me sorprendes con algo especial.

El otro día pensaba en rendirme, hoy mismo creí que ya no podía más, me sentía débil, sucio, fracasado, inmerecido de tu gracia, inmerecido de tu misericordia, sin embargo hoy puedo sentir tu presencia y es que mi corazón te necesita oh Dios, mi ser te anhela, pero aunque te necesite y te anhele hay algo en mi que no entiendo, hay algo que no me deja avanzar, hay algo que no me deja sentir lo que quiero sentir, ¡Ayúdame oh Dios!

Cierro mis ojos y callo, de mis ojos salen lagrimas que recorren mis mejillas, quisiera decirte tantas cosas y de mi boca no sale nada más que un frase llena de mucha emoción sincera que dice: “Dios, te necesito”.

Al expresar con tanta sinceridad esa frase puedo sentir como me escuchas, puedo sentir tu abrazo estremecedor, puedo sentir como me consuelas, si, lloro como un niño, lloro porque no sé qué decir, lloro porque ya no puedo más, sin embargo tu me abrazas, me haces sentir importante, me haces sentir tuyo, me susurras al oído unas dulces palabras que me recuerdan lo que tú sientes por mí: “Hijo, yo te amo y siempre te he amado, nunca te he dejado ni lo hare, si tu quieres puedo restaurarte, solo depende de ti y la disposición real que tengas para que eso suceda”.

Hace mucho quería sentir esta presencia, no logro decir nada más que: “Si Señor, te necesito, si Señor estoy acá y estoy dispuesto a que restaures mi vida”. Una suave briza se deja sentir, esa briza que me recuerda que el Espíritu Santo de Dios está obrando en mi vida, mientras lloro puedo sentir como una enorme carga se va de mi, puedo sentir como Dios me abraza y no me suelta y es allí cuando entiendo que yo sigo siendo importante para Él, que a pesar de mi enorme necesidad de Él no se esconde de mí, sino que su presencia me renueva y me da nuevas fuerzas.

Quizá tu hoy sientas una enorme necesidad de Dios, quizá por muchos días lo has buscado y no has sentido su presencia, pero eso no significa que Él no esté allí, es más si por un momento callas y cierras tus ojos vas a percibir como Él está ahora mismo a tu lado tratando de abrazarte mientras tú te sigues reprochando cosas que Él no te reprocha y de las cuales ya te ha perdonado o te quiere perdonar si tan solo lo confiesas.

¡Habla con Dios!, Dile lo mucho que lo necesitas, dispón por completo tu corazón y deja que Él restaure tu vida.

¡Hoy Dios quiere saciar tu necesidad de Él!

“Luego dijo Jesús: «Vengan a mí todos los que están cansados y llevan cargas pesadas, y yo les daré descanso.”  Mateo 11:28 (Nueva Traducción Viviente)

Autor: Enrique Monterroza

Escrito originalmente para Destello de su Gloria

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