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MATEO 5.23, 24 | Cuando cultivamos una amistad, tenemos la
intención de que dure. Pero ya que la relación está compuesta por dos seres
pecadores es probable que haya sentimientos heridos de vez en cuando y
expectativas insatisfechas. Si una o ambas personas simplemente ignoran la
ofensa, la relación puede resultar dañada. Restaurar una amistad requiere
humildad para reconocer nuestras faltas, el esfuerzo para solucionar el
problema y tiempo. Pero la recompensa es una relación renovada con un amigo
valioso.
El proceso
de salvar una amistad comienza cuando se reconoce que existe un deterioro. Esto
ocurre en el momento en que sentimos que algo no está bien. Es útil trabajar
juntos para determinar cómo comenzó el problema; tal vez fue el resultado de un
malentendido, un conflicto no resuelto o el ajetreo de una persona.
Una vez
identificado el problema, pida perdón. Asumir la responsabilidad y ofrecer
disculpas, demuestra su amor y su interés por la amistad. Recuerde que un
aspecto esencial de disculparse es negarse a justificar las acciones
incorrectas o culpar a alguien.
Tras la
disculpa debe venir una acción concreta que puede tomar para reconstruir la
relación. Después, comprométase a enmendar la falta, y pregúntele a su amigo de
vez en cuando, qué tal lo está haciendo.
En lugar de
esperar hasta que la relación se acabe, los amigos sabios darán estos pasos tan
pronto como se den cuenta de haber causado algún daño. Como sucede con una
lesión física, el cuidado preventivo puede aliviar las heridas pequeñas antes
de que éstas se conviertan en heridas graves.
(En
contacto)
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